Desde mediados del pasado siglo, la construcción de embalses en la cuenca del Ebro ha propiciado la regulación del régimen hidrológico tanto del propio río Ebro como de sus principales afluentes, favoreciendo con ello el desarrollo económico en la cuenca y el incremento de la seguridad frente a inundaciones y sequías, junto con una modificación sustancial del paisaje natural y sociológico de buena parte del territorio.
La alteración del ciclo hidrológico natural resulta patente en lo que respecta al régimen de caudales, tanto líquidos como sólidos (sedimentos), si bien las consecuencias de esta última alteración son mucho más lentas de confirmar y más complejas de corregir que las derivadas de las alteraciones del régimen hidrológico. En concreto, en el ámbito de la cuenca del Ebro, como resultado de la gran regulación y la modificación de los usos del suelo, especialmente los forestales, se ha producido una reducción significativa de los aportes sedimentarios a su tramo bajo.
El río Segre en Mequinenza, tras un pequeño desembalse preventivo efectuado para laminar la crecida estacional asociada al deshielo pirenaico
Entre los ámbitos afectados está el delta del Ebro, donde se han manifestado desde hace algunas décadas importantes problemas ligados a procesos erosivos, fundamentalmente por la acción marina, y a la subsidencia de las áreas emergidas, causada por la progresiva compactación natural de los sedimentos antiguos. Ambos fenómenos no están compensados por el aporte de nuevos sedimentos, reducido en la actualidad al quedar interrumpido su transporte por las trampas sedimentarias que representan los tres grandes embalses situados en el propio cauce del Ebro unos kilómetros aguas arriba (Mequinenza, Ribarroja y Flix).
Aguas abajo de estos tres grandes embalses, la única cuenca que puede realizar aportaciones significativas es la del Siurana. En este caso, la magnitud de los caudales circulantes por el Ebro suponen un freno al aporte sedimentario de esta cuenca, quedando el sedimento retenido entre el tramo bajo del Siurana y la confluencia con el Ebro.
Para combatir los efectos asociados a la erosión costera y la subsidencia del delta, podría ser beneficioso incrementar los actuales aportes de sedimentos, requiriéndose materiales de carácter grueso en el sector litoral para combatir la erosión del mar y finos, mayoritariamente, para compensar el fenómeno de hundimiento por subsidencia que se registra en las áreas emergidas.
La Confederación Hidrográfica del Ebro ha realizado varios trabajos en los últimos años encaminados al estudio del sedimento retenido en el embalse de Ribarroja y que plantean diversos escenarios en la explotación conjunta en los embalses de Mequinenza y Ribarroja de cara a una movilización favorable del mismo.
El objeto del proyecto es evaluar la metodología a aplicar en las actuaciones de mantenimiento del cauce en el tramo bajo del Ebro, que favorezcan el transporte de sedimentos, así como la adquisición de conocimiento respecto a la dinámica esperable en los sedimentos movilizados.
Las metodologías a revisar son las de movilización del sedimento, las de evaluación de la efectividad de dragado y, por último, las de medición de la movilidad actual de sedimentos.
Esta revisión, además de consideraciones teóricas, se apoyará en un ejercicio práctico (prueba piloto) que permitirá evaluar y valorar cualitativa y cuantitativamente la efectividad de las metodologías propuestas.
Las actuaciones previstas en los tres grupos de metodologías anteriores se dividen en cuatro ámbitos de actuación: Mequinenza, embalse de Ribarroja, Siurana y tramo bajo el Ebro, y consistirá en:
El plazo de ejecución de las obras es de 24 meses y cuentan con un presupuesto de 1.251.951,36 €. El encargo a TRAGSA se firmó el 21 de noviembre de 2022.