Dentro de este sector se incluyen las emisiones de gases de efecto invernadero, mayoritariamente CO2, derivadas del transporte por carretera y resto de modos de transporte, como el ferroviario, el aéreo y el transporte marítimo nacionales, más el transporte por tubería. Es importante tener en cuenta que, además de las emisiones indirectas asociadas a la tracción eléctrica, considerando la ferroviaria y los vehículos de carretera, casi la totalidad del transporte aéreo nacional y el transporte marítimo se incluyen dentro del régimen comunitario de derechos de emisión de gases de efecto invernadero. Así, desde 2024 se incorporan progresivamente las emisiones en puertos y rutas intracomunitarias, que se añaden al 50% del resto de rutas internacionales con origen o destino en un puerto de la UE. Asimismo, está previsto que en 2027 también se integren las emisiones del transporte por carretera en un nuevo régimen paralelo y equivalente al existente.
El transporte por carretera es, sin duda, el modo mayoritario de transporte, tanto en pasajeros como en mercancías, representando más del 80% de la movilidad total a nivel nacional. Existen circunstancias propiamente nacionales que han supuesto un incremento de la cuota modal de la carretera, como el modelo de crecimiento urbanístico, disperso en el caso de la movilidad de pasajeros y el hecho de ser un país periférico en el caso de la movilidad de mercancías. Además, se caracteriza por el uso preferente de combustibles derivados del petróleo que representan más de 90% del total de energía consumido en el sector transporte en España.
La evolución del sector del transporte y sus principales variables ambientales está muy ligada al desarrollo y nivel de bienestar económico y social, la demanda interna de bienes y servicios, el comercio exterior y el comportamiento del sector turístico.
Además, España cuenta con unas características específicas que tienen influencia en la actividad del transporte, entre las que destaca su baja densidad con polos de atracción particularmente alejados, su atractivo turístico, la intensa producción de mercancías dedicadas a la exportación (por ejemplo, vehículos y productos agropecuarios) y su situación periférica respecto a Europa. Esta situación geográfica, en combinación con su alto nivel de desarrollo en infraestructuras de transporte, la convierten en punto de confluencia de las principales rutas de tráfico de viajeros y mercancías. Esta posición se ve reforzada por la Red Transeuropea de Transporte y los dos corredores multimodales —Atlántico y Mediterráneo— que atraviesan la Península.