La importancia económica de las aguas costeras y de los recursos marinos depende y está condicionada por la capacidad del medio para soportar nuevas presiones o para garantizar las actuales de manera sostenible. Esto determina la disponibilidad de los servicios ambientales que, al contrario de otros sectores económicos, no están asociados a la modificación de la naturaleza sino a su buen estado de conservación.
La capacidad de los ecosistemas para prestar los servicios ambientales asociados a un buen estado de conservación es, por tanto, inversamente proporcional a las presiones que reciben como resultado de las actividades económicas que allí se desarrollan.
España, un país marítimo por excelencia, con una extensión de costa próxima a los 10.000 km lo que unido otros factores, que caracterizan a nuestro país desde el punto de vista ribereño, tales como su relevante posición estratégica, sus peculiares y singulares características oceanográficas, la belleza de sus paisajes y su gran riqueza biológica han creado a lo largo de los tiempos un lazo de unión inseparable entre los bienes y servicios que nos proporcionan los mares y nuestro desarrollo económico y social.
Tradicionalmente, se pueden considerar como principales usos del mar la pesca, el transporte marítimo y la defensa nacional. La pesca se remonta a tiempos inmemorables y la tradición e importancia de las pesquerías españolas y del comercio de los productos pesqueros han configurado un sector de gran valor en el conjunto de la economía nacional. Lo mismo ocurre con el transporte marítimo y con las funciones de defensa. Pero junto a ellas, cada vez son más los usos y actividades que tienen cabida en tan valioso espacio, tales como la acuicultura, la extracción de áridos, el aprovechamiento energético de las olas, el viento y las mareas, la investigación científica, la protección de especies o espacios, instalaciones para la captura y secuestro de CO2 o la desalinización del agua de mar.