Los sonidos del Parque Nacional de Monfragüe

4. Abre la niebla. Amanecer de invierno en el boquerón de Valero

Abre la niebla. Amanecer de invierno en el boquerón de Valero

 

Las mañanas de febrero, una espesa niebla se extiende por los cauces de los ríos. A medida que avanza el día y el sol templa la atmósfera, las crestas de los riscos emergen por encima de la bruma. La actividad empieza de arriba a abajo. Los buitres leonados que han dormido más altos se desperezan. Y lo hacen igual que al anochecer, entre cacareos y sacudidas. Más cerca, silba un roquero solitario, un pájaro que en el nombre lleva su paisaje y sus costumbres.

Muy arriba, contra el cielo ya azul y dominando la escena, tienen lugar grandes disputas. Se escuchan unos ladridos ásperos, emitidos por cuatro águilas imperiales, dos parejas vecinas que empiezan la crianza. La rimbombancia del nombre de estas aves parecería sugerir una voz algo más altiva. Pero esto es lo que hay, y con tales ladridos, sincronizados con espectaculares vuelos acrobáticos, las águilas intentan delimitar los bordes difusos de unos territorios trazados en el aire.

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Cortes sonoros

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