El régimen hidrológico español se caracteriza por una extraordinaria irregularidad. Este tránsito continuo de la sequía a la inundación (como manifestaciones extremas de esta gran variabilidad) ha constituido, sin duda, un acicate histórico para la construcción de infraestructuras hidráulicas que paliaran las desastrosas consecuencias de ambos fenómenos y que garantizaran la disponibilidad de un recurso tan indispensable para la vida y la actividad económica como es el agua.
Es conocida la larga tradición en la construcción de presas de nuestro país. Este proceso constructor se extiende desde la época romana (el Inventario de Grandes Presas se estrena con las de Cornalbo y Proserpina del siglo I.d.C.) y viene jalonada de hitos tecnológicos, como la presa arco de Almansa cuyo origen permanece misterioso y otras muchas (Elche, Elda, Ontígola, Relleu, Alcantarilla, Gasco,…), sin olvidar la actividad española en ultramar. Conviene recordar que desde Méjico se extendió la construcción de presas y regadíos hacia Tejas y California, como atestiguan las pequeñas presas levantadas alrededor de San Antonio y El Molino y La Misión cerca de San Diego y Los Ángeles respectivamente.
Garantizar la disponibilidad de agua en cantidad y calidad suficiente, será uno de los principales problemas a escala planetaria que se deberá resolver en el presente siglo. El uso más eficiente del recurso se consigue mediante técnicas de ahorro, de gestión de la demanda, de reutilización, de uso conjunto de aguas subterráneas y superficiales, etc. y el empleo de técnicas no convencionales (desalinización) constituyen, cada vez más, las líneas de actuación preferentes para la gestión de un recurso tan escaso como preciado. No obstante, no cabe duda que la construcción de nuevas presas seguirá siendo necesaria en la misma medida que la optimización de la explotación de los embalses ya existentes.
En este sentido la armonización de estas infraestructuras con el medio ambiente, así como la adecuada seguridad de las mismas serán aspectos cada vez más reclamados por la sociedad.
Como consecuencia de la larga actividad presística de nuestro país la cantidad de embalses ha ido aumentando considerablemente, así como la antigüedad de un gran número de ellos.
En la actualidad el número de grandes presas supera las 1.200 con una capacidad aproximada de 56.000 hm3. De éstas, unas 450 son anteriores a 1960 y más de 100 ya existían en el año 1915.
Estas simples cifras indican que una parte importante de nuestros esfuerzos habrá que dedicarlos a la conservación y rehabilitación de este inmovilizado de capital social fijo, manteniéndolo en unas condiciones de explotación y seguridad acordes con las exigencias modernas.
Las presas han constituido tradicionalmente un motor de la economía española, generando el agua regulada en los embalses, grandes beneficios en diversos sectores como el regadío, abastecimiento a la población, hidroelectricidad e industria.
Todavía en la actualidad, las presas producen grandes beneficios a la economía del país. Todo ello, sin contabilizar uno de los beneficios "ocultos" más importantes que producen estas infraestructuras, como es la laminación de avenidas. Estas últimas constituyen el riesgo natural más importante en España (2.450 inundaciones en los últimos 500 años) que ha ocasionado numerosas tragedias personales y grandes pérdidas materiales evaluadas en unos 500 millones de euros/año de media, y que se han reducido progresivamente por la aportación de las presas, consideradas como la actuación estructural más importante para el control de las avenidas.
Pese a los innegables beneficios que las presas representan, suelen existir cada vez más dificultades, a nivel mundial, para llevar adelante los proyectos de estas infraestructuras. En España, la satisfacción de las demandas de agua presentes y futuras, a través de la planificación hidrológica es una obligación legal, y aunque gran parte de las demandas de agua están cubiertas actualmente con garantía suficiente, no lo están todas, y las presas, junto con otras soluciones alternativas, deben jugar un papel importante para alcanzar ese objetivo.
Por otra parte, las presas tienen una función primordial para paliar los efectos del cambio climático.
Su ejecución deberá adecuarse a las cada vez mayores demandas medioambientales, sociales y de seguridad. Los proyectos de presas deben cumplir cada vez criterios más exigentes para llevarlos a cabo. A las tradicionales exigencias técnicas y económicas para su aprobación, se van incrementando los requerimientos para alcanzar el objetivo de viabilidad medioambiental, el cumplimiento del proceso reglado de Evaluación de Impacto Ambiental, dentro del marco de las normativas europeas y las derivadas de su transposición al derecho español.