Noviembre 2016
La calefacción es la principal consumidora de energía de los hogares españoles. De hecho, un detallado estudio realizado en 600 hogares españoles concluía recientemente que la calefacción es responsable del 63% del consumo energético, ¡más que el de electrodomésticos, agua caliente, cocina e iluminación juntos! ("cuánta energía se consume en un hogar y en qué"). A la vista del dato, si deseamos lograr ahorros significativos en la factura energética, hay que ocuparse de la calefacción de forma prioritaria.
En este artículo del blog del Programa "Hogares Verdes" (que aunque fue publicado en octubre de 2014 no ha perdido vigencia) se pasa revista a las iniciativas más efectivas y baratas para ahorrar en calefacción en el hogar. Son éstas:
1. Ajustar la temperatura en cada estancia (Potencial de ahorro: 10-20%)
La cantidad de calor que se necesita no es la misma en todas las estancias de la vivienda. Por eso, lo ideal es aportar a cada espacio el calor adecuado, en vez de tener la misma temperatura en toda la casa. Un ejemplo:
Ajustando adecuadamente la temperatura de cada estancia, es posible reducir la temperatura media de la vivienda aproximadamente en 1 ó 2°C sin pasar frío. Y cada grado menos de temperatura media de una vivienda supone reducir en torno al 10% el consumo de energía de la calefacción.
2. Al salir de casa… apagar (Potencial de ahorro: 10-20%)
Mucha gente cree que, para consumir menos, es preferible mantener una temperatura constante (o casi constante) las 24 horas del día. Quienes defienden esta idea argumentan que si la temperatura de la vivienda desciende, luego habrá que utilizar más energía para recuperar la temperatura de confort. Sin embargo, la opinión de los expertos es unánime: se gasta menos energía apagando la calefacción por la noche o al ausentamos de casa que manteniéndola encendida.
La razón es sencilla: mantener una temperatura dada en el hogar (por ejemplo 20°C) exige un aporte continuo de energía, ya que la vivienda tiene pérdidas de calor, a través de los muros, ventanas o techos, que hay que compensar. Esta energía que el sistema debe aportar para mantener una temperatura dada será mayor cuanto más frío haga en el exterior… y cuanto peor aislada esté la vivienda. Sin embargo, a medida que la casa se enfría, las pérdidas de calor se reducen, ya que la diferencia de temperatura entre interior y exterior es menor. Cuando se apaga la calefacción, el sistema deja de gastar energía para compensar las pérdidas de calor. Y la energía que se deja de gastar es más que la que se necesita para recuperar la temperatura.
3. Evitar pérdidas de calor al ventilar (Potencial de ahorro: 15-20%)
Una buena ventilación de la vivienda permite eliminar olores y renovar el aire. Además, evita que se acumulen las emanaciones que proceden de los materiales del edificio y facilita que la humedad del aire en el interior sea la adecuada.
Ventilar siempre conlleva una cierta pérdida de calor, pero ésta puede ser muy diferente en función de la técnica que utilicemos. Una forma habitual de ventilar es hacerlo “por etapas”, abriendo las ventanas de cada habitación durante un buen rato, manteniendo la puerta cerrada para evitar los molestos portazos o el enfriamiento del resto de la casa.
Sin embargo, los expertos en ahorro energético recomiendan una técnica alternativa: abrir a la vez las ventanas de toda la casa, manteniendo abiertas las puertas que comunican las estancias. Las corrientes que se producen permiten que el aire de la vivienda se renueve por completo en unos pocos minutos. Este sistema permite reducir el tiempo de ventilación, evitando, en buena medida, que las paredes se enfríen (volver a calentarlas conlleva un consumo extra de calefacción).
En un informe encargado en 2012 por la Comisión Europea para valorar las posibilidades de reducir las emisiones cotidianas de gases de efecto invernadero mediante cambios sencillos de comportamientos, se concluyó que el cambio de la manera en que se ventilan las viviendas era la medida con un mayor potencial de ahorro entre todas las analizadas
4. Purgar los radiadores (Potencial de ahorro: 5%)
Los radiadores de agua caliente (los más comunes en los hogares españoles) precisan una tarea que se debería hacer cada año, al principio de la temporada fría: sacar el aire que se acumula en ellos y que impide que éstos calienten adecuadamente. Es fácil y apenas lleva unos minutos. Hay que abrir el purgador que tiene cada radiador. Este suele tener una hendidura que habrá que girar utilizando una moneda o un destornillador plano. Debajo del purgador hay que colocar un vaso, u otro recipiente para evitar que se vierta el agua. La válvula debe abrirse sólo un poco, ya que, de lo contrario, podría salir el agua a chorros. Cuando deja de salir aire y sólo sale agua, es el momento de cerrarlo.
Si se ha realizado el purgado correctamente, tras encender la calefacción, los radiadores se calientan en toda su superficie (los radiadores que tienen aire se suelen calentar menos en su parte superior).
5. Instalar un buen termostato (o varios)
Los termostatos son unos prácticos aparatos que facilitan la tarea de mantener la vivienda a la temperatura deseada. Cuando ésta llega a los grados fijados, apagan la calefacción, encendiéndola de nuevo cuando vuelve a caer.
Los termostatos tradicionales son baratos, pero no se pueden programar. Los más habituales son los denominados bimetálicos, que suelen llevar una ruedecita que hay que girar para indicar la temperatura deseada. El problema es que son poco precisos, con márgenes de error de 1-2°C. Además, con este tipo de aparatos es fácil dejar la calefacción encendida innecesariamente por un olvido.
Los denominados “cronotermostatos” son termostatos digitales programables. Son mucho más precisos y hacen posible que la calefacción se encienda o apague a horas concretas o que las temperaturas se mantengan en unos valores definidos en distintos intervalos horarios y días de la semana. Son bastante más caros (pueden encontrarse a partir de 60 €), pero constituyen una inversión rentable, ya que permiten ajustar mucho mejor la temperatura a nuestras necesidades.
Los radiadores de agua llevaban tradicionalmente una “llave” o “grifo” que permitía abrir o cerrar el paso del agua caliente de forma manual. Cuando se nota exceso de calor en una habitación, la solución es cerrar la llave total o parcialmente. Con la aparición de los cabezales termostáticos, esa apertura o cierre se automatiza para que la estancia se mantenga a la temperatura fijada. En definitiva, los cabezales termostáticos permiten regular independientemente la emisión de calor de los radiadores, manteniendo cada estancia de la vivienda a la temperatura deseada.
Los cabezales termostáticos Son bastante baratos y se montan directamente sobre las válvulas del radiador (siempre que sean válvulas “termostatizables”). En España, su instalación es obligatoria en las viviendas nuevas, pero en muchas instalaciones antiguas los radiadores carecen de este útil invento. Afortunadamente, estos artilugios no resultan caros (en torno a 20 € por unidad) y habitualmente son fáciles de instalar.
El conjunto de medidas presentadas permite un ahorro en la calefacción que puede llegar hasta el 40% del consumo total. Ahorro para el bolsillo y cuidado de la atmósfera y el clima todo en uno.
Información y Fuente: Blog del Programa Hogares Verdes