Taller "¿Qué hay de común en los huertos comunitarios?" con Amador Fernández Savater
Amador practica la “filosofía de garaje” (doméstica), un concepto donde la filosofía se pone al servicio de las prácticas, aprovechando todo el saber que se genera en los espacios activistas y militantes.
Savater se dedica a investigar procesos de auto-organización y cuidado del pro-común, donde generalmente no tod@s comparten una misma identidad, es decir, se pone como reto hacerlo desde la heterogeneidad y diversidad.
En el taller compartió con nosotros reflexiones en torno a ¿qué pasa cuando entre personas diferentes cuidamos un común?, ¿cómo convivir, decidir y organizarnos cuando somos muchos y diferentes?
Nos plantéo y compartió ocho cuestiones que resumimos a continuación (agradecemos este resumen al gran Pablo Llobera):
1.- Dispersión
En pocos años hemos pasado de sociedades articuladas al modo del Estado, a sociedades articuladas en torno al Mercado. Foucault decía “todas las instituciones se parecen entre sí y se parecen al Estado”. Hoy podríamos decir lo mismo respecto del Mercado. Si el primer modo se definía por la estabilidad, la certidumbre y el “suelo firme” (saber a qué atenernos), el segundo se parece a “arenas movedizas”, prevalece la precariedad en todos los ámbitos (afectos, relaciones, vínculos, mundo laboral), semejante al “mundo líquido” que planteaba Zygmunt Bauman.
Así pues, hoy vivimos en un medio de arenas movedizas, incertidumbre (creciente), precariedad, conexión/desconexión e inestabilidad. Si bien la lógica del Estado es conectar (o desconectar) según el interés, no ofrece un sentido (vital o existencial), salvo efímero o transitorio.
Hoy, con las dominantes lógicas de Mercado (incertidumbre, inestabilidad, precariedad), los riesgos son:
- “Cierre identitario”: cerrarse al de fuera, olvidar la hospitalidad que nos define como humanos, hasta el extremo de considerar al otro como un objeto o un monstruo. Pulsiones y movimientos nacionalistas, identitarias excluyentes, supremacistas…
- Desconfiguración, babelización, desvínculo…Con estas premisas, ¿cómo podemos producir Sentido (humano, vital, existencial, convivencial, social) desde este hábitat atravesado por la dispersión? ¿cómo crear sentido en entornos crecientemente dispersos? ¿cómo crear sentido en los huertos comunitarios?
2.- Superficie de contacto
Se define como la zona de intercambio de una experiencia con su afuera. Hoy ya no hay apenas leyes (sociales) rígidas o inamovibles, las cosas ya no son para siempre, son (nuevas) “cada vez”. Hoy muchos pensamientos se producen por encuentro, las membranas son porosas, y para mantenerlas es preciso preguntarnos ¿cuánto cierre necesita la apertura? ¿cuánta permeabilidad “soporta” nuestra identidad?
3.- Conflicto
El gran riesgo del conflicto en su fase final (colisión) es convertir al otro en “lo otro”, en cosificarle, en convertirle en lo totalmente irreconocible, ilegible.. Si bien muchas veces “el otro” es motivo de tensión (generalmente manejable), “lo otro” se suele convertir en motivo de colisión (ruptura, violencia, generalmente inmanejable). Nuestro reto es aprender a “habitar el conflicto” y concebirlo como ocasión y oportunidad para crecer, madurar, transmutarlo de situación estéril en hecho productivo, virarlo de problema a reto/potencial.
¿Qué podemos hacer para pasar de la colisión a una más manejable (y deseable) tensión? En realidad el papel del mediador/a no puede ser resolver, en todo caso, traducir, convertir “lo otro” en “el otro”, poner a ambas partes a la escucha, ayudarles a sintonizar en sus respectivas frecuencias, inventar códigos (de acercamiento). La solución en los conflictos pasa genéricamente por “reconocer al otro”, por sacarle del monstruoso estado de “lo otro” y traerlo al reconocible estado de “el otro”.
4.- La decisión
Amador plantea el enfoque de que la buena decisión no la tomamos nosotros, sino que nos toma ella a nosotros. Ideas en torno a la decisión:
- La decisión no es un instante heroico (como tan acostumbrados nos tiene el cine comercial), sino más bien un proceso (gradual), de entrenamiento progresivo.
- La decisión emerge, aparece, no es una elección.
- La decisión va madurando y requiere tiempo (su principal problema).
- La deliberación ayuda a que las buenas decisiones emerjan, afloren, salgan a la superficie. Importancia del humus, del barbecho, de lo aparentemente improductivo (sueño, charla, descanso) para la buena decisión.
Los mayores enemigos de la buena decisión son el descuido, la distracción, y, en general, las prisas.
Ranciere decía “No hay tontos y listos, sino distraídos y atentos”, así que no es que seamos tontos o inteligentes sino que estamos distraídos o atentos. ¿Podemos (re)aprender a estar atentos en nuestros huertos comunitarios? Atentos a nosotros (el grupo), al medio (el huerto) y el entorno (el barrio y la ciudad).
El consenso (con sensus, con sentido) es básicamente un afecto en común, un sentir juntos, en compartir juntos un sentimiento o afecto. Decidir por cansancio es una mala decisión. En general, no debemos forzar nada, sino generar condiciones favorables para que las cosas sucedan (fluyan). De ahí si surgen buenas decisiones, cuando se les ha dado el tiempo requerido.
5.- Hábitos
En realidad nuestra naturaleza humana es más proclive a seguir costumbres y hábitos que a obedecer (ciegamente) normas y hábitos. Un hábito es “haber hecho cuerpo con el espacio”.
¿Cómo generamos buenos hábitos? El neoliberalismo y el consumo nos tiene cogidos por los deseos (primarios, básicos), no tanto por motivaciones, ideas o argumentos. Reeducar nuestros hábitos y costumbres es fortalecernos contra los deseos primarios y las constantes pulsiones del consumo.
Los huertos son magníficos espacios para reeducar hábitos: movernos en bici o andando, compostar nuestros residuos orgánicos, compartir cosecha, replantearnos modelo consumo… Aprovechemoslos!!
6.- La asamblea en entredicho
La asamblea se presupone un órgano de autogobierno, especialmente útil en la toma de decisiones en grupos con cierta homogeneidad. Parece que no lo es tanto en grupos heterogéneos, diversos, cambiantes. En esa línea conviene desacralizar la asamblea como órgano director del cuerpo comunitario y concebirlo mejor que como un cerebro (centro director) como un órgano vital pero algo más secundario.
Como principio parece bueno no colocar (tanto) poder en un sólo espacio. Una pregunta interesante es ¿dónde se toman las decisiones que no se toman en asamblea?, y ¿cómo y quiénes las toman? Es útil descentralizar, redistribuir la toma de decisiones en otros órganos (formales e informales). Mejor que órgano de toma directa de decisiones (parlamento) sería concebirlo como órgano de refrendo (senado), como espacio de reflexión y deliberación, lugar donde está permitido discrepar, dar voces a quienes habitualmente no la tienen.
Nueva visión de la asamblea como un lugar donde ocurran otras cosas, e incluso lo nombremos de otro modo:
- Reconocerse, evaluación emocional personal y establecer afectos (foros).
- Epacios de creación juntos (talleres).
- Espacios de comunicación.
La asamblea no es el “jefe”; el órgano de mando es “cuidar el huerto”. La asamblea son las “tripas”, no el cerebro.
Comenzar la asambleas con ¿Cómo están los ánimos de l@s presentes? Diluir las falsas dicotomías (heredadas de los griegos) formal/informal, productivo/reproductivo, político/prepolítico.
7.- Descubrir el potencial de las situaciones
El sinólogo Françoise Jullien, en su “Tratado de la eficacia”, propone superar el paradigma occidental, donde, partiendo del individuo o grupo, se planifica la situación ideal para después ejecutar los planes, por el paradigma oriental, donde partiendo de la propia situación, se trata de descubrir el potencial de cada una.
Preguntarnos ¿dónde está la fuerza de la situación, la potencia que podemos acompañar? No ser tanto vanguardia (punta de lanza), sino jardineros o cuidadores (acompañantes). Según ese paradigma, sólo se comienza la batalla cuando se sabe que ya se ha ganado. Por eso en la cultura oriental no hay tanta épica, ni mito, ni drama, porque no hay excepcionalidad.
Para ellos la potencia no tiene imagen (previa), no tienen modelo visible, llega para romper las anteriores, es siempre novedosa. Se trataría de, más que aprender a planificar, aprender a “surfear”: estar preparados sobre la tabla esperando la situación ideal (ola), lo que se lleva un 80% del tiempo (vigilantes y en alerta), para acercarse rápidamente a ella (5-10%) y subirnos a ella y disfrutarla (otro 10-15%).
8.- La importancia de pensar
Frecuentemente en estos contextos creemos que no necesitamos pensar, que todo se trata de actuar y evaluar, corregir y volver a actuar… mejor. Pero ya Edgar Morin recomendaba dedicar al menos un 10% de tiempo a lo que el llamó el “diezmo epistemológico”: dedicarse a pensarse, a pensarnos, a pensar sobre cómo y qué pensamos... reajuste constante.
Pensar no es un lujo, necesitamos pensar. Pero si todo está en crisis, en cuestionamiento, si vivimos en permanente situación de perplejidad (Daniel Innerarity), pensar se convierte en verdadera tabla de salvación (surfeo). La indignación, la perplejidad pueden (suelen) ser antesala del pensamiento. Aprender a pensar es asomarse al caos (interno y externo), es aprender a dudar (con lo poco que nos gusta eso).
“Pensar es aprender a ver de nuevo” decía Albert Camus. Nos ponemos a pensar cuando aparecen o sufrimos crisis, cuando las apariencias se rompen, cuando la catástrofe irrumpe. Un problema (bien) pensado se convierte en un reto, un desafío, pensar es “producir sentido”, conseguir orientación.
Los riesgos del pensamiento en tiempos de dispersión son:
- Inercias, estereotipos, automatismos. Repetir es lo contrario de pensar.
- Estupidez (no pensar).
El pensamiento genuino siempre debe transitar atravesando estos dos polos extremos. Pensar (en los grupos) no es un lujo (superefluo), necesitamos pararnos a pensar, necesitamos darle la importancia y los tiempos que requiere. Los grupos que no piensan se rutinizan, pierden eficacia, potencial y vida.