Pamplona, 10-12 de diciembre de 1998
CASO 2. PROBLEMAS Y LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN EN EDUCACIÓN AMBIENTAL: EL CASO DEL PROYECTO IRES
(J. Eduardo García. Dpto de Didáctica de las Ciencias Experimentales y Sociales de la Universidad de Sevilla)
Tal como indica Benayas (1996), carecemos aún
en España de una tradición de intercambio y difusión de trabajos de
investigación en Educación Ambiental (E.A. en lo sucesivo). A ello contribuye,
en gran medida, la fuerte compartimentación del conocimiento acádemico
existente en nuestra universidad, de forma que investigadores que se interesan
por un mismo ámbito interdisciplinar, el de la E.A., se ven forzados a
ignorarse entre sí, pues están adscritos a áreas de conocimiento muy
diferentes: ecología, geografía, psicología, teoría e historía de la educación
o didáctica de las ciencias; cada una con su propia comunidad científica, sus
correspondientes redes de intercambio y sus paradigmas de
referencia.
Con este trabajo pretendemos un acercamiento entre estos campos, aportando una serie de argumentos, generados en una actividad investigadora que se sitúa entre la E.A. y la didáctica de las ciencias, que nos parecen útiles para definir qué problemas son relevantes para la investigación en E.A. Al respecto, en el contexto del Proyecto Curricular IRES (Investigación y Renovación Escolar), diversos grupos de investigación vienen elaborando, desde el año 1991, un marco teórico-práctico relativo al Área de Conocimiento del Medio de Primaria y a la transversal Educación Ambiental. En concreto, el grupo DIE del Departamento de Didáctica de las Ciencias de la Facultad de Educación de la Universidad de Sevilla, con la financiación de la DGICYT y de la Junta de Andalucía, ha desarrollado un conjunto de principios teóricos y de instrumentos y recursos para la intervención (García, 1994a, 1994b, 1995, 1997 y 1998; García y García, 1992a, 1992b y 1995; García, Martín y Rivero, 1996; García y Merchán, 1997; García y Porlán, 1997; García y Rivero, 1996; Porlán, 1993; Porlán y Rivero, 1998; Porlán, Rivero y Martín, 1997 y 1998) que, desde nuestro punto de vista, pueden orientar líneas futuras de investigación en E.A.
Una primera línea de investigación se refiere a la profundización en las bases epistemológicas y en los modelos paradigmáticos que sustentan la intervención en E.A. Al respecto, consideramos imprescindible que aclaremos el estatus epistemológico de la E.A. (¿un movimiento social? ¿una tecnología? ¿una ciencia con aplicaciones tecnológicas? ¿un ámbito de conocimiento interdisciplinar?). Por nuestra parte, hemos explorado las posibles aportaciones a la construcción teórico-práctica de la E.A. que se derivan del cruce e integración de tres perspectivas: complejidad, ideología crítica y constructivismo. En la figura adjunta esquematizamos los resultados de dicho cruce.
MARCO TEÓRICO
-Transición desde lo simple
hacia lo complejo
- Modelo de desarrollo alternativo
- Diversidad, interacción y coevolución de las formas de conocimiento
- Sistema de ideas organizadas y jerarquizadas
- Relevancia, como referente, del conocimiento metadisciplinar
- Carácter procesual, relativo y evolutivo del conocimiento
- Ajuste continuo intervención-Evolución de las ideas y del
comportamiento
- Relevancia de la intervención de la interacción social y la negociación en la
construcción del conocimiento
APORTACIONES A LAS LÍNEAS DE
INVESTIGACIÓN
- Profundización en los fines
y en los modelos de desarrollo en la cosmovisión de referencia.Incidencia en
las actitudes y en los valores
- Integración didáctica de diferentes referentes en la formulación de los
contenidos.
- Organización de los contenidos en tramas jerarquizadas
- Análisis de las ideas de los individuos y determinación de gradientes
(hipótesis de progresión) con distintos niveles de formulación para la
construcción del conocimiento
- Metodología por investigación y evaluación procesualAnálisis de pautas de
interacción -Características de la situación de aprendizaje
Una segunda línea de
investigación se refiere a los desarrollos teóricos elaborados a partir
del marco de referencia antes esbozado. A nuestro entender, habría que abrir
cuatro grandes debates, que giran en torno a las siguientes
problemáticas.
1.La superación de las dicotomías y de los reduccionismos, tan frecuentes en E.A.. Por ejemplo, la tendencia, cada vez más evidente, a la disociación entre la E.A. formal y la no formal; la polarización entre lo ambiental y lo educativo, entre lo biológico y lo social; los intentos de reducir la E.A. a disciplinas concretas, que se integran en las áreas de conocimiento propias de la compartimentación académica del saber que realiza la institución universitaria; la idea, cada vez más extendida, de que hacen falta especialistas en E.A., obviando el carácter generalista que también debe tener un formador en E.A.; la polarización en determinados ámbitos del conocimiento -disociación entre conceptos, actitudes, afectos y procedimientos- como si la mente humana no fuera un sistema. En relación con estas cuestiones parece oportuno adoptar, como marco teórico de referencia, una epistemología más compleja, basada en la interacción, el relativismo y la búsqueda de la complementariedad, y como forma de trabajo, un planteamiento menos corporativo, en el que se integren investigadores de distintas áreas del saber y de diferente procedencia institucional.
2.La pertinencia, según los fines que se persiguen en cada momento, de utilizar para la intervención modelos asociacionistas o modelos constructivistas. Al respecto, nos parece urgente delimitar en qué campos y ocasiones debemos de intervenir con estrategias asociacionistas, basadas en la propaganda y la persuasión, y en qué casos con estrategias constructivistas, basadas en el ajuste continuo entre el proceso educativo y el proceso de aprendizaje de los sujetos. Esta discusión es muy necesaria, en la medida en que ambos planteamientos se usan indistintamente en E.A.. Desde nuestro punto de vista, las estrategias asociacionistas son útiles sólo en los primeros momentos de los procesos de cambio del pensamiento y la conducta de los sujetos (fases de dinamización, de concienciación superficial, de creación de conductas rutinarias, de dominio de destrezas muy concretas...), pero solo sirven para propiciar el cambio en profundidad implícito en los fines de la E.A. -cambio radical y contrahegemónico respecto a la cultura dominante-, momento en que hay que utilizar estrategias constructivistas. Hasta ahora, hay un cierto desconocimiento o falta de interés por incorporar las propuestas constructivistas a la E.A. (García y Cubero, 1993). De hecho, son aún pocos los estudios realizados sobre las concepciones que tienen los alumnos y las alumnas sobre el medio y la problemática ambiental, en comparación con el auge de este tipo de investigaciones en campos próximos como es el caso de la didáctica de las ciencias, y son menos aún las propuestas de intervención que asumen principios como:
3.En relación con la problemática anterior, resulta ineludible la discusión sobre los fines de la E.A., sobre qué modelo de desarrollo queremos. Evidentemente, si pretendemos un cambio "moderado" del pensamiento y la conducta de los sujetos, las estrategias asociacionistas pueden ser válidas. Pero si pretendemos un cambio en profundidad, un cambio de cosmovisión, resulta necesario el uso de estrategias constructivistas, capaces de transformar y enriquecer nuestro conocimiento ecológico cotidiano, posibilitando una transición desde formas de pensamiento simples a otras más complejas (García, 1995 y 1998), desde un pensamiento más condicionado por la cultura dominante hacia otro más crítico. Proponemos, en definitiva, un cambio radical, en la medida en que va contracorriente de la cultura predominante en nuestra sociedad, y en el que el pensamiento de "sentido común" es el punto de partida, pero no para sustituirlo por el científico o para ignorarlo, sino para enriquecerlo, para hacerlo más complejo. Para que se produzca esta transición hay que superar algunas de las limitaciones propias del conocimiento cotidiano actual, facilitando los siguientes cambios:
4.Para que la intervención sea eficaz hace falta una teoría que la oriente. En ese sentido, habría que elaborar tanto una teoría del conocimiento deseable en E.A. como una teoría del conocimiento profesional que deben tener los educadores ambientales. Al respecto, en el grupo DIE, hemos analizado la epistemología del conocimiento escolar y del conocimiento profesional, caracterizándolos como sistemas de ideas (presentes en los planos individual y social)organizados y jerarquizados, que interactúan y coevolucionan (para una descripción más extensa remitimos a García, 1998, y a Porlán y Rivero, 1998).
Una tercera línea de
investigación, se refiere al desarrollo de instrumentos y recursos
concretos para la intervención en E.A. En nuestro caso, hemos aplicado a la
E.A. instrumentos y recursos que se han mostrado muy eficaces en la didáctica
de las ciencias. En lo que sigue, presentamos una muestra de los
mismos.
1.La detección, y uso didáctico, de las dificultades de aprendizaje asociadas a las ideas de alumnos y de educadores, aspecto poco trabajado en E.A. (García y Cubero, 1993), muy focalizada hasta ahora en el polo ambiental. Se trata de asumir dos principios básicos: el protagonismo del sujeto que aprende -que no es un sujeto pasivo al que moldeamos con nuestra comunicación persuasiva-, y la idea de que no hay verdades absolutas, conocimientos acabados y cerrados, sino conocimientos relativos, que evolucionan en la interacción. Es decir, los sujetos aprenden mediante un proceso de interacción con todos los factores presentes en la situación educativa, proceso abierto, tentativo e irreversible de reorganización continua de sus ideas. Estos principios nos han llevado a desarrollar, como instrumento que orienta la intervención, hipótesis relativas a la posible progresión de las ideas de los alumnos y de los profesores en la construcción del conocimiento, progresión que supone una visión relativa del conocimiento, en la que, para cada contenido concreto se reconocen diversos niveles de formulación posibles (García, 1994a, 1997 y 1998). Los sujetos, partiendo de sus concepciones iniciales, van a construir los contenidos mediante un proceso de aproximaciones sucesivas, en el que un objetivo no se alcanza pronto, sino que se llega a él progresivamente, a través de una serie de pasos que se corresponden con los diferentes niveles de formulación. Es decir, se planifican, en la intervención, unas etapas intermedias, en vez de sustituir, sin más, el conocimiento "erróneo" por el conocimiento "verdadero". Este planteamiento evolutivo de los contenidos de la E.A. presenta indudables ventajas respecto a una formulación cerrada y terminal: supone una visión relativa del saber, concede mayor relevancia al proceso en sí (los niveles de formulación intermedios) que al producto final del mismo (el nivel de formulación que se propone como meta), a lo dinámico (cómo cambian los sistemas de ideas de los alumnos, qué hipótesis orientadoras queremos tener y con qué niveles de formulación...) que a lo estático (listas de contenidos, diversidad y densidad de contenidos, tramas estáticas de contenidos). Se trata, en todo caso, de tener unos posibles itinerarios a seguir, que se reformulan en función de lo que ocurre en el aula, pues las hipótesis de progresión no son un itinerario ineludible, por el que inevitablemente hay que pasar, de forma que cada alumno siga mecánicamente un trayecto lineal y ascendente, sino que tienen un carácter abierto y flexible, admitiendo diversidad de recorridos formativos.
Actuar según este plan requiere de un ajuste continuo entre nuestra intervención y la evolución de las ideas de los sujetos, con la superación de los obstáculos que representan las concepciones de los alumnos y los educadores para el aprendizaje. De ahí, la importancia de investigar las ideas de alumnos y profesores. En relación con las ideas de los alumnos y las alumnas, hemos trabajado un conjunto de dimensiones metadisciplinares (la manera que tienen los sujetos de categorizar los elementos y las relaciones que configuran el medio -dimensión organizacional-, la explicación causal de los fenómenos que se dan en el medio, y la consideración del cambio y la estabilidad) que resultan muy útiles a la hora de establecer un gradiente de complejidad -desde una perspectiva simple del mundo hacia una más compleja, desde un enfoque aditivo de la realidad a otro más sistémico, desde un centramiento en lo próximo y evidente a una visión descentrada y relativizadora, desde una idea estática y rígida del orden y del cambio a una concepción evolutiva del mundo- en el que situar las concepciones de los sujetos (Correa, Cubero y García, 1994; García, 1995, 1997 y 1998; García y Rivero, 1996).
Del mismo modo, hemos analizado las dificultades que tienen los profesores en la construcción de su conocimiento profesional. Al respecto, en una reciente investigación (García, J. E., en prensa en la revista Investigación en la Escuela, número 37) realizada con alumnos de las diplomaturas de Magisterio, la exploración de sus ideas ha servido para centrar nuestra intervención como formador de formadores en diversos obstáculos de aprendizaje:
2.La utilización de estrategias de enseñanza basadas en la investigación del alumno, a las que se asocia una evaluación continua y procesual, coherente con dicha metodología (García y García, 1992b y 1995). En esta línea de investigación hay abierto un amplio debate sobre las características de la investigación del alumno, focalizado en las siguientes cuestiones:
3.La experimentación con tópicos concretos, como son el estudio de determinados ecosistemas o de problemas ambientales como la contaminación. Dicha experimentación supone tratar problemas como:
En cuanto a las aportaciones de la ciencia, hay que considerar de qué manera se organizan los conceptos implicados, si de forma aditiva, haciendo más hincapié en lo analítico y descriptivo, o de forma sistémica, articulando los contenidos en torno a nociones metadisciplinares como sistema, interacción, equilibrio, cambio o diversidad, y adoptando una visión más global y más biocéntrica. También habría que buscar criterios para jerarquizar los contenidos, distinguiendo entre nociones de más o menos poder estructurante a la hora de organizar el campo conceptual, y datos que ayudan a caracterizar a dichos conceptos.
REFERENCIAS
- BENAYAS, J. (1996), La investigación en Educación Ambiental. Análisis de las tesis doctorales sobre Educación Ambiental leídas en España. En GUTIERREZ, J.; PERALES, J.; BENAYAS, J. y CALVO, S. (Ed.), Líneas de investigación en Educación Ambiental. Universidad de Granada.
- CORREA, N.; CUBERO, R. y GARCIA, J.E. (1994), Construcción y desarrollo de nociones sobre el medio ambiente. En RODRIGO, M.J. (Ed.), Contexto y desarrollo social. Madrid: Síntesis.
- GARCIA, J.E. (1994a), El conocimiento escolar como un proceso evolutivo: aplicación al conocimiento de nociones ecológicas. Investigación en la Escuela, 23, 65?76.
- GARCIA, J.E. (1994b), Fundamentación teórica de la Educación Ambiental: una reflexión desde las perspectivas del constructivismo y de la complejidad. Ponencia en las Actas del II Congreso Andaluz de Educación Ambiental. Sevilla: Junta de Andalucía.
- GARCIA, J.E. (1995): La transición desde un pensamiento simple hacia un pensamiento complejo en la construcción del conocimiento escolar. Investigación en la Escuela, 27, 7?20.
- GARCIA, J.E. (1997): La formulación de hipótesis de progresión para la construcción del conocimiento escolar: una propuesta de secuenciación en la enseñanza de la ecología. Alambique, 14, 37-48.
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- GARCIA, J.E.; GARCIA, F.F. (1995), Principios, objetivos y desarrollo de la Educación Ambiental en la Enseñanza Primaria y Secundaria. Módulo 4. Master en Educación Ambiental. Málaga: Instituto de Investigaciones Ecológicas.
- GARCIA, J.E.; MARTÍN, J. y RIVERO, A. (1996): El curriculum integrado. La transición desde un pensamiento simple hacia un pensamiento complejo. Aula de Innovación Educativa, 51, 13?18.
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