Pamplona, 10-12 de diciembre de 1998
CASO 2. RECUPERAR LOS ESPACIOS PERDIDOS, o cómo evitar que el mundo rural se olvide
(Pilar Monterrubio. Grupo El Tomillar. Segovia)
1. DATOS GENERALES
A lo largo de estos últimos cinco años cuarenta y tres pueblos de la provincia de Segovia han visto recuperados algunos rincones que habían quedado perdidos o abandonados; sus habitantes han trabajado para reconstruir la fuente vieja, la plazuela junto al frontón, la laguna, la plaza mayor, el paseo, la margen del río, el parque de San Roque, y un largo etcétera de lugares que ya sólo quedaban en la memoria de los ancianos y ancianas del lugar.
Durante los años 1993-1994 la Diputación de Segovia en colaboración del Departamento de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León puso en marcha el primer programa de Educación Ambiental y recuperación de espacios de uso común. Los resultados obtenidos en los veintiséis pueblos en los que fue puesto en marcha el programa, animó a todos los implicados a repetirlo en más localidades.
En el año 1996 este programa se amplió a seis localidades más con los mismos planteamientos iniciales. En 1997 se contó con seis nuevos pueblos y durante el año 1998 se sumaron cinco más.
2. RESUMEN DE LA EXPERIENCIA
El equipo de educadores ambientales de El Tomillar, coordinados por el técnico de actividades culturales de la Diputación de Segovia, inician su intervención en estos pueblos después de conocer la demanda existente, aunque escasamente articulada, por parte de determinados colectivos de cada localidad. Elabora un programa que debía de cubrir unos objetivos, ambientales y comunitarios: dotar a la población de un espacio natural de uso común, profundizar en su conciencia de la necesidad de proteger y defender el medio, conseguir implicar a asociaciones, voluntarios e instituciones y buscar por último la participación común en trabajos destinados al beneficio de la colectividad.
Los intereses de las distintas localidades, aunque poco especificados y escasamente desarrollados, hacían referencia fundamentalmente a espacios relacionados con el agua, ajardinamientos y zonas de esparcimiento para dedicar a juegos tradicionales.
El equipo de educadores ambientales se plantea abordar sus objetivos en tres fases: una primera de sensibilización para informar a las asociaciones, colectivos e instituciones peticionarios, así como a responsables municipales y población en general de la posibilidad de actuación en su localidad, recabando su compromiso de colaboración. Una segunda fase de actuación para ordenar y acondicionar el espacio y por último una última etapa de planteamiento de utilización comunitaria y evaluación, con una jornada lúdica de actividades formativas a modo de inauguración.
El pilar del programa se centra básicamente en la participación comunitaria, por lo que las obras a ejecutar se plantean muy sencillas, sin ninguna complicación técnica. Desde esta perspectiva se pretendía que los participantes fueran los hacedores y se regenerara la autoestima en la colaboración común entre los vecinos.
3. FASES DE LA EXPERIENCIA
A. ¡Director al corazón
El programa "Educación Ambiental y recuperación de espacios naturales de uso común" hace referencia a una serie de facetas que comienzan con la sensibilización, de importancia decisiva, y clave para encauzar el trabajo para conseguir los objetivos previstos, ya fueran ambientales o comunitarios.
Para llegar a tener éxito en esta fase se consideró muy enriquecedor el contacto directo con los vecinos, el intercambio de opiniones y experiencias, de inquietudes y necesidades.
En las jornadas de presentación del proyecto se vio muy buena disposición, aceptando de buen grado el tinte medioambiental que se da en cada trabajo y una vez más se constata que la sensibilización es el motor que puede impulsar o no la acción emprendida.
Para potenciar el éxito de la empresa se llevaron a cabo una serie de acciones formativas previas, fundamentalmente talleres, de consumo, reciclados de papel, semilleros....etc. Estas actividades pretendían ser el enlace entre la frialdad de un proyecto en papel y la confianza del trabajo que ha de emprenderse en la realidad. El taller genera una participación activa que en principio hay que seguir manteniendo para desarrollar el trabajo. Los vecinos pueden hacer y deshacer, cambiar, modificar... pero desde el propio trabajo vecinal, columna vertebral del programa y base del desarrollo comunitario.
B. ¡Manos a la obra!
Esta fase de ejecución estaba concebida no sólo como seguimiento de los trabajos diseñados, sino también como el desarrollo de una serie de actividades formativas..
Las supervisiones tenían por objeto el seguimiento de los trabajos diseñados en el proyecto inicial, su paulatina ejecución, el conocimiento de problemas y la búsqueda de soluciones. Otro objetivo era la adaptación del proyecto inicial a la realidad de cada pueblo, fruto del contacto y conocimiento directos del espacio y sus posibilidades, de los vecinos implicados y su disponibilidad y recursos. La visita de los miembros de El Tomillar supuso en muchas ocasiones un revulsivo para estos hombres y mujeres, que se sentían apoyados en la continuación de los trabajos.
En cuanto a las actividades formativas, éstas se contemplaban como actividades de reflexión, información, intercambio de experiencias y opiniones siempre en el marco general del medio ambiente. A través de una metodología lúdica pretendíamos aunar objetivos educativos y conservacionistas, conscientes de las variaciones sufridas en las relaciones entre los seres humanos y el medio. Diferentes actividades pretenden hacer reflexionar a mayores y pequeños acerca de nuestras actitudes con el entorno y la necesidad de establecer el respeto como principio esencial.
C. ¡Hoy es fiesta!
Se planteó hacer una primera utilización de cada espacio recuperado a modo de inauguración, buscando el carácter lúdico y participativo, creando un clima en el que todos se sintieran integrados, tanto quienes participaron en los trabajos, como quienes no lo hicieron.
Los resultados fueron satisfactorios. Acudieron a esta primera utilización casi todo el pueblo y muchos de los hijos del pueblo, dando a la jornada un aire completamente festivo. En casi todas las ocasiones hubo un refrigerio preparado y costeado por los promotores con alguna colaboración de los ayuntamientos. Las aportaciones voluntarias y espontáneas de los vecinos de los pueblos (dulzaineros, ornamentación, danzas tradicionales, ...) dieron a esta actividad un toque entrañable a la vez que absolutamente comunitario.
Las actividades programadas para ese día intentaron que todos los sectores de población se vieran atendidos: una proyección audiovisual creada por el equipo de técnicos ambientales, juegos tradicionales (tanga, calva, bolos, rana...), juegos de educación ambiental dirigidos a la población infantil pero a los que se unieron también varios jóvenes.
4. COMO REFLEXIÓN
Los cambios acaecidos durante los últimos años de este siglo han influido de una forma directa y notoria en el medio rural. La tradicional interdependencia del hombre rural con el medio se ha ido sustituyendo por una dependencia del exterior, con una especialización de cada región o área en función de sus recursos, y por consiguiente, una minusvaloración del resto de sus potencialidades.
Este proceso ha conllevado la pérdida de un sinfín de conocimiento y actitudes sobre el medio y del sentimiento comunitario mediante el cual se autodotaban de servicios y bienes necesarios para la colectividad.
No sólo ha variado el ser humano en este proceso, también el medio se ha visto notoriamente afectado. El entorno inmediato de la gente rural ha sufrido de dejadez, que se ha traducido en el abandono y la pérdida de importantes elementos de la cultura rural. Lavaderos, huertos, hornos comunitarios, etc., han dejado de ser útiles pasando a ser eliminados o sustituidos por elementos típicamente urbanos.
Ante esta situación descrita, la población rural debe encontrar respuestas que le permitan reafirmarse culturalmente, enfrentar las nuevas realidades y hacerlo manteniendo o recuperando formas que han sido, de siempre, positivas para ella y su entorno.
La educación puede ser un instrumento de gran importancia para conseguir un cambio de actitudes que contribuya a sustituir la actual situación de aculturización por formas culturales que sean respetuosas con el medio y con la propia tradición de los pueblos.
Ante la situación hasta ahora descrita parece obvio que se hace necesario y urgente la realización de programas educativos enfocados directamente a la población rural, y que tengan en cuenta las particularidades de este sector social.
La evaluación del programa se fue realizando de una manera continua a lo largo de su desarrollo mediante la apreciación por parte de los educadores y la cuantificación del número de participantes en las correspondientes fichas evaluativas. Respecto a los objetivos planteados en el programa se puede decir que se cumplieron de una forma casi absoluta. Todas las poblaciones ganaron un espacio natural de uso común.
Para profundizar en la conciencia de la necesidad de proteger el medio se requieren plazos más amplios que los posibilitados por este programa, por lo que la valoración del objetivo se hace difícil. No obstante, estamos convencidos de que se aportó un nuevo grano de arena en la concienciación y sensibilización de los vecinos respecto a los temas ambientales.
En cuanto a la evaluación de los objetivos de participación, cabe destacar que ésta es mayoritaria entre las mujeres de mediana edad. Las condiciones socioeconómicas del medio rural que han determinado una menor ocupación de la mujer en actividades directamente productivas, proporcionan una disponibilidad más amplia de tiempo libre. El nivel de participación de varones, sin embargo, aumentó en la fase de ejecución.
La participación en relación con el tamaño poblacional nos dejó ver que los pueblos con mayor número de habitantes son los que, curiosamente, muestran un índice más bajo de participación. La relación entre los vecinos es mayor en poblaciones de pocos habitantes (de 100 a 300) implicándose todos ellos. En los pueblos mayores, (de 800 a 1000) la relación entre habitantes es menor, siendo de esta forma más costosa su motivación.
La implicación de Asociaciones e instituciones puede considerar aceptable en las fases de sensibilización e inauguración, bajando de una manera considerable en las labores de ejecución.
La demanda de nuevos proyectos por parte de los vecinos de los pueblos refleja unas necesidades y motivación de los vecinos a quienes las instituciones locales, provinciales o autonómicas deberían dar respuesta.
¿Qué ocurrirá con los espacios recuperados? ¿se volverán a abandonar? ¿la gente seguirá estando motivada?
Tras la finalización de los proyectos se ha preparado una exposición de carácter itinerante que refleja los trabajos y los logros del programa. Esta exposición se enmarca dentro de un conjunto de nuevas iniciativas destinadas a motivar la continuación de los trabajos comunitarios y a sensibilizar a nuevos participantes. Una de las actividades que acompaña a la exposición ayuda a evaluar el estado actual de espacio recuperado en el año 93, así como la implicación de los vecinos en la continuación de trabajos similares.
El mantener un seguimiento y un contacto motivador con las Asociaciones se hace imprescindible para que los colectivos se sientan apoyados en sus nuevas iniciativas, sin que esto signifique realizar aportes económicos importantes.
El "Programa de Educación Ambiental y recuperación de espacios naturales de uso común" se puede asemejar a un empujón o chispa con la que encender las iniciativas de los colectivos rurales en favor del entorno del municipio. Los habitantes de los pueblos se encuentran en muchos casos deseosos de emprender acciones de este tipo. La necesidad de pequeños aportes económicos o apoyos técnicos no debería convertirse en un impedimento para llevar a acabo programas activos de educación ambiental.
Cuando hoy día se pasa por los pueblos participantes y se observan los espacios recuperados vuelven un sinfín de recuerdos que motivan a seguir trabajando. Desde nuestra experiencia queremos animar a colectivos e instituciones a emprender programas de educación ambiental dirigidos al olvidado mundo rural.
(Forman el grupo El Tomillar: Ester Bueno, Carmen García,
Araceli Lázaro, Pedro Llorente, Pilar Monterrubio, Julio Rodríguez y Alberto
Vigil-Escalera)