En otoño el silencio ocupa los bosques del Pallars Sobira. Las voces de las pocas aves tenaces que desafían al frío colorean el paisaje sonoro forestal. Por la tarde, un zorzal charlo canta desde la copa de un abeto, posado por encima del dosel arbóreo. A la vez, el chisporroteo seco de los petirrojos y las voces rítmicas de carboneros garrapinos y herrerillos se expanden por el sotobosque. La distancia hace casi inaudible el poderoso graznido de las cornejas.
Al atardecer, cualquier día antes de las primeras nevadas, los gamos entran en celo, octubre es el mes de la ronca.
Hacemos un salto en el tiempo. Toda la noche ha estado nevando y el bosque amanece cubierto de un manto blanco. El sol de media mañana caldea el ambiente y la nieve cae a montones desde la copa de los pinos Los carambanos de hielo se estrellan contra el suelo.
Bandadas de páridos recorren el bosque, en grupos compactos, olvidados de su carácter fieramente territorial de la época de cría. Herrerillos y carboneros garrapinos se agrupan sobre las copas. Sus reclamos, extremadamente agudos, se escuchan por todas partes. Gritan también los trepadores azules, mientras continúa el goteo de la nieve fundida
Un maullido llega desde lo alto: el frío ha sorprendido a un ratonero en su viaje hacia el sur.
Si nos desplazamos a las zonas más bajas del Pallars, donde las temperaturas son más suaves, podemos encontrar espectáculos sorprendentes Sobre un pino, una bandada de estorninos negros se aplica al arte de la imitación. Dotados de una secuencia de canto muy poco definida, incorporan a su repertorio vocal aquellos sonidos que escuchan a su alrededor. En este caso, por tratarse de habitantes de los bosques, la nómina de imitados está formada por aves igualmente forestales. Veamos cómo. Escuchamos primero una secuencia natural, sin interrupciones, lanzada por un mismo pájaro, que contiene varias imitaciones.
Ahora, en un montaje de laboratorio, podemos comparar la voz del imitador y la del imitado.
Empecemos por un fa lso agateador... y el auténtico
Un mirlo de pega... y el de verdad.
Una mala copia del relincho del picapinos... y su réplica.
Tampoco el canto aflautado de la oropéndola se libra.
Ni la voz rítmica del carbonero común.
El estornino/mochuelo canta de día... y las falsas cornejas provocan la respuesta indignada de una bandada que, con sus voces ásperas, delata la presencia de un dormidero. Acaba el día y, con el frío que llega, se aproxima también el final del año.