Los pinsapares constituyen una de las formaciones vegetales más singulares de la Península Ibérica debido a la importancia ecológica de su especie dominante (Abies pinsapo) y a su escasa extensión, estando su distribución restringida a las provincias de Málaga y Cádiz, en la Sierra de las Nieves, Sierra Bermeja y Sierra de Grazalema. En el Parque Nacional se encuentra el 72,5% de las masas de pinsapar que sobreviven hoy día.
Es la única manifestación de abetal que se desarrolla en un ámbito estrictamente mediterráneo dentro de la Península. Su distribución es consecuencia de su aislamiento biogeográfico en zonas en las que las características ecológicas son muy parecidas a las que pudieron existir en épocas pasadas. Esto ha provocado un aislamiento genético y, en consecuencia, una evolución independiente de la de otros abetos circunmediterráneos.
Se trata de una formación forestal de carácter relicto, constituida por un dosel arbóreo denso, frecuentemente monoespecífico y dominado por Abies pinsapo, y que asemeja la fisonomía de un bosque boreal de coníferas inmerso en una región de clima mediterráneo.
Ocupa localidades caracterizadas por un ombroclima húmedo e hiperhúmedo, con una estación seca y cálida que salvan refugiándose en orientaciones de umbría situadas entre los 1.000 y 1.800 metros de altitud, donde las temperaturas no son tan extremas y el efecto del estiaje se amortigua.
En la Sierra de las Nieves es especialmente destacable la presencia de masas de pinsapos sobre peridotitas, en enclaves donde las condiciones ecológicas que confluyen son especialmente particulares. Estos pinsapares ocupan zonas muy húmedas y umbrías sobre un sustrato edáfico rico en metales pesados, que resulta tóxico para gran parte de las especies vegetales, condicionando por tanto la composición florística y las comunidades vegetales que lo acompañan, que adquieren un alto grado de endemicidad y exclusividad.