La imagen habitual del Parque Nacional de Monfragüe son sus suaves montañas rodeadas de extensas dehesas y manchas de bosque y matorral típico del clima mediterráneo por ser esclerófilo y perennifolio. El clima y la geomorfología del terreno son los factores que marcan su desarrollo.
Aquí el clima mediterráneo es semiárido con inviernos suaves, primaveras y otoños algo lluviosos y templados, y una estación veraniega de altas temperaturas con precipitaciones prácticamente nulas que condicionan el desarrollo de las plantas y sus estrategias de supervivencia. El relieve accidentado provoca contrastes entre las sierras y los valles, también la orientación de las sierras (NW-SE) marca diferentes condiciones entre las solanas y las umbrías de las sierras. Las plantas del bosque mediterráneo cuentan con un sistema radicular extenso en superficie y en profundidad que les facilita encontrar y aprovechar toda la humedad del suelo.
Para afrontar los rigores climatológicos del verano, especialmente en las laderas de solana donde es mayor el grado de insolación y menor la disponibilidad de agua, las plantas se han adaptado para sobrevivir; la estrategia más destacada es la esclerofilia que impide la evaporación y la pérdida de agua a través de las hojas, se cubren de varias capas de células, de lignina…, esa dureza las aísla. Adquieren colores grisáceos o blanquecinos, que reflejan las radiaciones solares y evitan el calentamiento de las hojas. Algunas especies se cubren de sustancias cerosas, como el ládano, resinas…, que al volatilizarse crean una micro atmósfera en torno a las hojas que permiten disminuir la evaporación y evita la desecación. También sus hojas cuentan con estomas para respirar, pero pequeños y agrupados en concavidades, y protegidos por pelillos y escamas que atrapan la humedad. Las hojas se renuevan poco a poco, no caen todas en invierno, permitiendo a la planta la producción de biomasa a lo largo de todo el año. Las plantas pueden tener hojas largas y estrechas para reducir al máximo su superficie y, con ello, evitar la evaporación, en algunos casos se transforman en acículas o espinas incluso algunas especies no cuentan con hojas y la fotosíntesis la realizan a través de los tallos.
Todas estas características, que permiten la supervivencia de las plantas esclerófilas, les impiden un crecimiento similar al de otras plantas desarrolladas en ambientes más benignos, y de ahí el carácter achaparrado y el escaso porte de los arbustos esclerófilos.
En las umbrías las temperaturas son más suaves y una mayor humedad facilita el desarrollo de una vegetación que no necesita defenderse de las condiciones adversas presentes en las solanas. En estas áreas pueden refugiarse especies lauroides representantes de familias de afinidad tropical existentes en estas tierras durante el Terciario, cuando el clima era de tipo subtropical húmedo. Las laderas orientadas al norte presentan una frondosa y tupida vegetación. Aquí las plantas tienen hojas relativamente grandes y verdes, con abundante clorofila, ya que, a diferencia de lo que ocurre en las solanas, existe competencia por la luz. Este hecho favorece su mayor crecimiento y desarrollo.
Las aves son, sin ningún tipo de duda, el gran valor faunístico de Monfragüe y, dentro de ellas, las rapaces. Una gran representación de éstas utiliza este espacio como lugar para realizar todo o parte de su ciclo vital. Sus hábitats le convierten en un parque nacional con una alta biodiversidad para la mayoría de grupos faunísticos que contribuye a su reconocimiento como santuario para observar aves.