Parque Nacional de Sierra Nevada

El clima en el Parque Nacional de Sierra Nevada

Aunque el parque nacional se sitúa entre los 950 m y 3.479 m, el macizo de Sierra Nevada se alza desde los 200 m de altitud, y cuenta con 20 picos de más de 3.000 m, entre ellos, las cumbres más altas peninsulares. La variabilidad de su litología y relieve, la variabilidad climática en el tiempo y en el espacio –con precipitaciones desde los 200 mm a los 1000 mm anuales con fuerte sequía estival- ofrece barrancos con diferentes suelos y condiciones meteorológicas. Este macizo, apenas representa una centésima parte de la superficie total de la región biogeográfica mediterránea, pero sus altos índices de endemismos y biodiversidad constatan la importancia de su patrimonio natural.

El interés por conocer los efectos del cambio climático ha llevado al Parque Nacional de Sierra Nevada a crear un “Observatorio del Cambio Global” para el seguimiento y análisis de variables, entre ellas las climáticas. Ocho estaciones meteorológicas de la Red de Seguimiento del Cambio Global, ubicadas en puntos estratégicos apoyan el conocimiento en este parque. Las estaciones, ubicadas a gran altura – seis de ellas a partir de los 1.500 m hasta la base del Veleta- registran datos climáticos únicos y valiosos.

Las variables climáticas son claves para explicar tanto el funcionamiento, la distribución y la estructura de los ecosistemas sobre la tierra, como sus mecanismos de provisión de servicios y los posibles cambios provocados por la actividad humana. Los cambios en el clima tendrán importantes consecuencias ecológicas y socioeconómicas. 

Durante las últimas décadas se aprecian algunas tendencias de cambio en el clima de Sierra Nevada y, con ello, cambios en las especies y en los ecosistemas. Este seguimiento lo hace posible el  Observatorio del Cambio Global de Sierra Nevada que cuenta, entre otras, con estaciones meteorológicas de la RSCG situadas entre 600 y 3.100 m.

El análisis de los datos climáticos de los últimos 50 años ha revelado que los datos de temperaturas máximas, mínimas y precipitación muestran una alta correlación; se aprecia un aumento de las temperaturas y una tendencia hacia la reducción de la precipitación en casi toda Sierra Nevada. 

El aumento de temperaturas es más evidente en las máximas que en las temperaturas mínimas. La media anual de las temperaturas máximas tiende a un aumento intenso y la media anual de las temperaturas mínimas a un aumento menos intenso. El patrón en las tendencias de las medias de las temperaturas máximas con respecto a la elevación muestra que, a mayor altitud, las tendencias positivas son inferiores que a menor altitud. 

La tendencia positiva observada en la evolución de las temperaturas en los últimos 50 años en Sierra Nevada concuerda con el patrón general observado a partir de diversos estudios, tanto regionales como a nivel de la Península Ibérica que indican un aumento significativo de las temperaturas en el siglo XX, sobre todo a partir de los años 70. Para Sierra Nevada se observaron tendencias significativas para las temperaturas máximas al igual que ocurre en otras regiones montañosas del sur de la Península Ibérica, donde además se ha constatado que el aumento de las temperaturas mínimas ha sido más suave y solamente significativo en las zonas bajas. 

Sin embargo, para las temperaturas mínimas no se encontraron tendencias significativas para el periodo analizado (1960-2010). Diversos estudios han puesto de manifiesto que las temperaturas mínimas han sufrido un aumento a partir de los años 70 del pasado siglo, no apreciándose este aumento si se analiza la serie desde mediados del siglo pasado.

Cerca de la mitad del territorio del parque nacional ha sufrido una reducción significativa en la precipitación. Esta tendencia de reducción de la precipitación, en los últimos 50 años,  es más acusada en la zona occidental de Sierra Nevada y puede deberse a que la precipitación mayoritaria tiene orígenes diferentes en la parte occidental y en la oriental. Las precipitaciones en la zona occidental proceden de grandes frentes que vienen del océano Atlántico. Por el contrario, la precipitación en la zona oriental procede de perturbaciones climáticas generadas en el Mediterráneo. Éstas parecen estar aumentando como consecuencia del calentamiento del mar.

Las tendencias en la precipitación en función de la elevación mostró un claro patrón con menores tendencias a mayor altitud donde la disminución de la precipitación no es tan acusada con la altura. Este descenso de la precipitación en Sierra Nevada coincide con el descenso significativo observado en otros estudios tanto a nivel regional como local. 

El clima condiciona su biodiversidad

El clima de las glaciaciones cuaternarias provocó el desplazamiento de la vegetación europea hacia el sur, hacia ambientes menos rigurosos, encontrando en las montañas de Sierra Nevada un clima similar al de las áreas de origen. La alta montaña produce aislamiento y algunas de estas plantas desembocaron en nuevas especies  o variedades, muchas de ellas vicariantes de algunas plantas alpinas o pirenaicas, originando gran número de endemismos propios de este macizo. 

El parque nacional representa los "sistemas naturales ligados a la media y alta montaña mediterránea". Su diversidad biológica es otro de los valores ecológicos de Sierra Nevada, especialmente en lo que se refiere a la flora vascular, siemprevivas, dedaleras, tiraña, manzanilla de la sierra, violeta de Sierra Nevada, estrella de las nieves, amapolas de Sierra Nevada y acónitos... forman parte de las 2.353 especies vegetales descritas (de ellas, 66 endemismos exclusivos). Anfibios, reptiles, mamíferos, aves... suman unas 297 especies de vertebrados, con la cabra montés, habitual de las altas cumbres, como especie más característica del parque. Se registran unos 10.000 invertebrados destacando la rica entomofauna con 80 endemismos exclusivos, 120 especies de mariposas y 300 insectos endémicos que han adquirido caracteres específicos: su color negro, su tegumento duro y sin facultades para volar.

Sus formaciones vegetales de media y alta montaña están muy condicionadas por la meteorología.

Acerales (Acer granatense, A. monspessulanum) y quejigares (Quercus faginea) se instalan en zonas más húmedas de valles y umbrías. Los melojares (Quercus pyrenaica) se desarrollan sobre suelos ácidos en barrancos de las caras norte y sur. Los encinares (Quercus rotundifolia), con enebros, se sitúan entre los 1.300 y los 1.700 m, y pueden alcanzar los 1.900 m de altitud. La vegetación de las márgenes de ríos y arroyos actualmente se encuentra alterada. 

Entre los 1.900-2.800 m (piso oromediterráneo), se desarrollan los pinares y sabinares, piornales y enebrales, con abundantes endemismos. Por encima de los 2.800 m, con condiciones climáticas adversas, pastizales de bajo porte con gran número de especies endémicas constituyen una de las imágenes más singulares de Sierra Nevada. En los fondos de circos glaciares, aparecen los "borreguiles", pastizales que crecen en ambientes húmedos, también ricos en especies endémicas. Abundan los canchales "cascajares", donde viven gran número de especies, con adaptaciones para resistir las inclemencias del clima.