La primera banda sería aquella en contacto directo con el agua fluyente,
integrada por especies con mayores requerimientos hídricos, y que son capaces
de soportar los efectos de avenidas. Estaría dominada por arbustos flexibles y
con gran capacidad de regeneración (sauces arbustivos o, en ambientes más secos
y cálidos, tarayes).
Por detrás de ella, los modelos ubican al menos una
segunda banda, siempre arbórea, formada por aquella vegetación que únicamente
requiere que la capa freática se encuentre a una profundidad accesible, aunque
sólo sea temporalmente, para sus sistemas radicales.
En condiciones naturales, esta estructura se mantiene
gracias al efecto conjunto de las avenidas, que tienen intensidades muy
diferentes en las diferentes secciones del río. En los tramos altos y
medio-altos la torrencialidad es mayor y está generalmente acompañada de
rápidas e intensas subidas de caudal, por lo que raramente se instalan bosques
en las orillas. Allí donde la amplitud del valle es suficiente sí se observan
dos bandas, que faltan en aquellas zonas más angostas y con fuertes pendientes,
situaciones que impiden el desarrollo del bosque.
En los tramos medios o bajos de los ríos, el efecto de
las avenidas no es siempre tan drástico y regular y, sobre todo, la velocidad
del agua es menor: los árboles pueden llegar hasta las orillas y los arbustos
se ven limitados a zonas donde el bosque está degradado o, localmente, poco
desarrollado. De esta manera, no se distinguen las bandas arbusteda-bosque,
excepto cuando la ribera ha sido degradada y los arbustos inician la
recuperación del ecosistema ripario o en zonas muy concretas, que se hallan
especialmente expuestas. En estos tramos del curso fluvial es posible
distinguir en ocasiones otro tipo de bandas, formadas por dos bosques con
requerimientos hídricos diferentes (alisedas junto al agua y fresnedas
inmediatamente detrás, por ejemplo).
A este modelo de bandas se superpone otro proceso, ya que
cuando un mismo tipo de bosque se instala tanto en las orillas como en las
vegas, sigue siendo posible distinguir zonas con significados florísticos y
ecológicos dispares, si bien la transición es, a menudo, prolongada y suave.
Muchas formaciones situadas en las orillas se alejan de ellas lo suficiente
como para que el nivel freático descienda perceptiblemente. No tanto como para
que los profundos sistemas radicales de los árboles o los mayores arbustos no
lo alcancen, pero sí lo suficiente como para que sus efectos se manifiesten en
los estratos arbustivo y herbáceo, que pierden elementos hidrófilos y se
enriquece en otros xerófilos. Aunque de manera menos intensa, también las
lianas y los epífitos se ven afectados por la reducción general de la humedad
ambiental. Esto es lo más frecuente en tramos medios y bajos, y en el caso de
las comunidades dominadas por árboles (alamedas, fresnedas), pero ocurre
incluso con saucedas arborescentes o arbustivas, más típicamente ligadas de
manera exclusiva a las orillas.