Los sonidos del Parque Nacional de Sierra Nevada

2. Áreas de matorral y setos, atardece en primavera.

Perdiz roja

 

En las lomas de los barrancos que caen desde la cara norte de la sierra crecen espesas matas de boscaje. Estamos en la dehesa de Camarate. En el suelo, al abrigo de la espesura, ajean las perdices. Escuchamos a un macho entonando una compleja secuencia vocal: hace el canto mayor, da de pie, recibe y hace piñones. En ocasiones, como ésta un lenguaje tan descriptivo indica una aguda capacidad de observación.

Canta un pardillo. La voz del mosquitero papialbo parece una sacudida.

Muy lejos, se escucha la monótona llamada de la abubilla.

Unos pollos volanderos de alcaudón real piden alimento, de no muy buenas formas.

El canto poderoso y líquido del pinzón vulgar, desde la copa de un espino, precede a todo un recital de currucas. Empieza con la llamada reseca y áspera de una curruca rabilarga, emitida desde la base. Sigue otra curruca, la capirotada, con una voz mucho más dulce. Una tercera curruca, la carrasqueña, reclama y canta con un matraqueo áspero característico. Y otra más, la mirlona, que sólo vagamente recuerda al mirlo que escuchamos al fondo. La voz de la última curruca de la espesura, la tomillera, se funde con el canto del zarcero.

El papamoscas gris da paso al gruñido de una urraca. Un verderón común interpreta su sencilla canción. Algo más alegre es la de su congénere, el verdecillo.

Los grillos en el suelo abren la hora del crepúsculo. A lo lejos, ronronea un chota¬cabras gris. Más cerca, ya entre dos luces, un mirlo reclama insistentemente.

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Cortes sonoros

Ficha técnica