Características técnicas.
- Cota de partida: 750 m.
- Cota de llegada: 1.360 m.
- Ascensión acumulada: 635 m.
- Descenso acumulado: 25 m.
- Longitud: 3,3 km. ida.
- Duración media: 2'5 horas.
Recomendaciones.
- El recorrido es más agradable por la mañana.
- Lleve agua, porque aunque se sube hasta los nacientes, el tramo intermedio no tiene fuentes permanentes.
- Use calzado deportivo o de montaña.
- No se salga del sendero.
- Para personas sin vértigo
A LA BÚSQUEDA DE LOS NACIENTES DEL AGUA
El camino parte en el margen derecho del barranco de Taburiente desde el final del sendero que une Los Brecitos con la Zona de Acampada. Llanea escasos metros y se separa del camino de los Cantos que se queda a la derecha. Sigue con una subida de 25 zigzag por la falda del roque del Huso hasta llegar al lomo donde éste se apoya. En este primer repecho el pinar tiene un rico sotobosque de gacias , tagasastes , lechugones, hierba risco, algunos bejeques, tinguarras, tajinastes, tederas y algunas plantas exóticas como el haragán o hediondo.
Después el sendero sube por la divisoria de un lomo bastante estrecho. En los tramos más peligrosos encontrará alguna barandilla de madera. En uno de ellos, donde el camino hace un recodo, es más que probable que los que llevan cámara disparen una foto. Destaca la silueta del roque del Huso, tal vez el más fotogénico de los roques del Parque, por su forma y los pinos que lo coronan. Al fondo, el pico Bejenado y en un plano intermedio, los roques de la acampada (Salvaje y Brevera Macha), la sauceda, y asomando tímidamente, el roque Idafe por detrás.
Desde aquí también se observa cómo los arroyos de Verduras de Alfonso y Cantos de Turugumay se unen en la parte superior del valle Aceró, (más conocido como Playa de Taburiente), filtrándose después y volviendo a surgir poco antes de la sauceda de Salix canariensis.
El sendero sigue subiendo y se encuentra, en un pequeño collado, con un camino que llega por la izquierda de la zona agrícola de las Casas de Taburiente, donde podemos hacer una parada para descansar y disfrutar con las vistas.
Hacia la izquierda a 20 m., se aprecia una zona húmeda, en la cual crece una planta introducida muy corriente como es la caña, y un buen grupo de fayas y gacias. Además, vemos un pino de forma muy curiosa, pues hace tiempo que se cayó, aunque no se desarraigó por completo y siguió viviendo. A partir de entonces, lo que eran ramas comenzaron a desarrollarse como el verdadero pino, adoptando la típica forma piramidal de la fase juvenil. Junto a ellos unas rocas en las que una lápida recuerda la muerte de un guarda de la propiedad del Parque, debida a un desprendimiento provocado por un rebaño de cabras. Es un buen momento para recordar que todo el Parque es muy inestable y que las caídas de piedras son constantes.
Hacia el lado contrario, en primer término, el barranco de los Cantos de Turugumay, que hace tiempo era el más caudaloso del Parque, y que ahora lleva un exiguo caudal debido a la apertura de algunas galerías en la zona norte de la isla. Detrás, el lomo Gazmil, paraje que ha tenido zonas de cultivo, actualmente abandonadas, y en el que se encuentra uno de los pinos del Parque de más de 2 m. de diámetro del tronco. En el pinar más denso se ven casi todos los años nidos de gavilanes. Al fondo, dos manchas de pinos, aisladas en mitad del acantilado, conocidas como pinares de Mantigua. Se aprecian claramente dos estratos de altura en los pinos, siendo los más jóvenes fruto de la regeneración reciente motivada por la prohibición del pastoreo.
Después de esta parada, ascendemos por el cauce seco del barranco que se forma entre el roque de la Viña, a la izquierda, y el roque de la Fondada, a la derecha.
Antes de llegar al rellano que sirve de mirador a la cascada, nos tropezamos con unas grandes rocas, en parte colonizadas por bejeques, helechos, cinco uñas y cabezotes. Davallia canariensis es el helecho más típico, con una parte permanente que a modo de raíz enreja las piedras. Tiene frondes desde finales de verano hasta la primavera, cuando los pierde.
Por fin llegamos al mirador de la cascada de la Fondada o Desfondada, lugar que para muchos ya puede considerarse el final de la excursión por el esfuerzo realizado y el espectáculo que se observa. Es preferible disfrutarlo en grupos pequeños y en silencio. Un pequeño hilo de agua resbala por un tobogán hasta despeñarse más de cien metros, llegando muchas veces difuminado por su escaso caudal al fondo y, siendo el arco iris casi permanente en horas de mañana.
Después de buscar la mejor vista que está siguiendo la barandilla en la parte alta, junto al propio Roque de la Fondada, vemos que el pino que sustenta el mirador tiene unas enormes raíces al aire. Está un poco vencido hacia el vacío, pero se resiste a morir por ahora.
En la primavera de 1.996, un pino similar que se encontraba a unos 60 m. por encima, rumbo a Hoyo Verde, cayó, arrastrando consigo unos treinta metros del camino que discurría junto al precipicio.
Podemos observar en el entorno de la Fondada que la humedad es constante, lo que da lugar a una densa vegetación en donde no es difícil ver volar a la paloma rabiche. Joya faunística de las Canarias, que antes se creía exclusiva de la
laurisilva, nidifica también en los pinares de la Caldera de Taburiente. Es probable que la descubra por el ruido de su potente aleteo, y si tiene suerte observará una paloma grande con la cola marcada por una raya blanca que la cruza poco antes del final.
El camino después del mirador se empina un poco y tiene incluso unas pequeñas escaleras, antes de llegar al lugar donde decíamos que la caída de un gran pino motivó la rectificación del trazado. La zona próxima al desprendimiento está inestable, por lo que para evitar accidentes, es preferible observar los efectos del derrumbe una vez pasado éste.
Al llegar poco después a la parte baja del pinar de Siete Fuentes, un nuevo mirador natural nos permite fotografiar el conjunto de roques y lomos del interior empezando por el de la Fondada, viendo en un plano medio el Roque Salvaje y al fondo, la Cumbrecita con su cadena de saltos y picos hasta la Punta de los Roques.
El pinar de Siete Fuentes, de árboles adultos de porte similar, con fustes limpios y plateados, parece una repoblación artificial muy vieja o un bosque natural sujeto a ciclos reproductivos marcados por acontecimientos violentos (desprendimientos, incendios..) o bien al abandono de un uso anterior y una regeneración natural muy rápida por condiciones climáticas favorables. Este tipo de pinar, situado fuera del Parque Nacional, sería muy codiciado por la madera de gran calidad que no presenta nudos.
El camino sube haciendo eses, primero asomándose al barranco de Hoyo Verde, donde hay una entrada. Está tapada con troncos que impiden el paso ya que no es recomendado por su dificultad. En el sotobosque veremos algún brezo y faya, que indican una mayor humedad del entorno.
El siguiente gran cambio de sentido se produce en la divisoria con el barranco de Bombas de Agua, por encima del roque de la Viña, que debe su nombre a que al pie del mismo, una viña se cultiva desde tiempo inmemorial por los guardas y medianeros de Taburiente. Puede que fuesen de las pocas cepas que sobrevivieron a la plaga de filoxera que afectó a las viñas a finales del siglo XIX en Canarias, hecho que no podemos certificar.
A nuestra izquierda una nueva perspectiva de Risco Liso, donde se aprecia el descomunal tamaño del desprendimiento más grande en tiempos recientes del Parque.
Poco después, al subir se nota hacia la izquierda una pequeña senda que se adentra hacia Bombas de Agua. Es mejor abstenerse de seguirla porque no está previsto su mantenimiento y es peligrosa.
El camino sube un poco más, llegando hasta aproximadamente 1.350 m. de cota. Quedan a nuestra vista los riscos en los que se distinguen algunas fayas, que son los lugares donde en realidad están las siete fuentes que dan el nombre al pinar.
Los cabreros antiguos conocen un paso hacia la cumbre subiendo por Siete Fuentes, que se adentra después en el barranco de Bombas de Agua, llegando a salir cerca del Roque Chico.
Nuestro sendero ahora recorre una veta horizontal hasta llegar al mirador de Hoyo Verde, donde a finales de los ochenta, unos excursionistas encontraron una vasija. Una replica de la misma ahora se expone en el Centro de Visitantes. En este tramo el pinar desaparece, dando unas vistas sin obstáculos de todo el interior. Antes de llegar al mirador se atraviesa un pequeño desprendimiento de la pared, que cayó sobre el cauce del barranco en 1.990, un poco por encima de donde comienza la cascada de la Fondada.
Junto al camino, en las zonas de arenas finas, se pueden observar las pequeñas trampas de las hormigas león con las que capturan sus presas. Son esos pequeños hoyitos en la arena que hacen que otros insectos resbalen hacia su interior, llegando al fondo donde está enterrado este predador.
De la cornisa que nos cubre, cuelgan hermosos ejemplares de cinco uñas, que podemos ver en flor a finales de verano y durante el otoño, y que suelen tapizar y dar color a bastantes zonas de los riscos más altos de la Caldera. Su color amarillo es muy llamativo. Tanto desde la cumbre como desde cualquier mirador, si tenemos unos prismáticos, podremos ver la abundancia de esta especie.
Desde el mirador hacia el barranco de Hoyo Verde se observan varias caídas de agua y las pozas en el lecho principal un poco por debajo de nosotros. .
Por el cauce arriba, buscando a un lado y otro el camino más seguro, se puede subir hasta las proximidades del Roque de Los Muchachos. Sólo se debe intentar su tránsito acompañado por antiguos cabreros, ya que los pasos son muy escasos y no son útiles técnicas de escalada en estos terrenos tan sueltos. Si nuestro espíritu es aventurero, podemos recorrer unos cientos de metros entre los grandes bloques más o menos redondos que forman el lecho. En este entorno de barrancos muy encajonados y por la orientación particular, sombría y húmeda, hay plantas exclusivas de la isla y raras en el Parque como Crambe microcarpa, una especie de col silvestre, y también Cheirolophus arboreus, mata muy escasa que se encuentra en el Parque casi siempre en riscos y a veces en el piedemonte. Su población adulta en el Parque, según el inventario de 2005, era de 1679 ejemplares. El total de adultos para la isla de La Palma era de 4371.
Un baño en estas frías aguas puede ser el premio final de la excursión, sin olvidar, eso sí, que ahora tenemos que regresar a la zona de acampada.