Características técnicas.
- Cota de partida: 1010 m.
- Cota de llegada: 750 m.
- Ascensión acumulada: 115 m.
- Descenso acumulado: 365 m.
- Longitud: 5,6 Km.
- Duración media: de 1,5 a 2 horas.
- Mapa ruta
Es el sendero más cómodo para entrar a la zona de acampada. Recomendado para caminantes normales. Encontrara señales indicadoras en los puntos notables que en este texto aparecen en negrita.
Recomendaciones.
-No se salga del sendero.
El camino es parte de PR LP 13, que a partir de Los Brecitos está señalizado de acuerdo al manual de Parques Nacionales. Se cruza varias veces con el utilizado por los mulos, o los que llevan a las galerías y zonas agrícolas, los cuales no se han indicado por su menor interés. Pasado el barranco de Risco Liso, está señalizado un desvío hacia un yacimiento arqueológico, con canales y cazoletas sobre una gran roca, que dista 1 Km. del sendero principal
Al principio baja por un pinar con sotobosque de fayas, brezos y amagantes (fotos 50, 33 y 23), con huellas de haber sufrido incendios recientes (último en 1.981). Los primeros metros están protegidos por una barandilla de madera, que desaparece rápidamente. El camino no es peligroso, pero salirse de él puede serlo muchísimo, sobre todo en verano cuando la hojarasca del pino (pinocha o pinillo) está muy seca.
En los primeros barranquillos que cruza el sendero hay agua estacionalmente, salvo en el del Ciempiés, donde discurre siempre un pequeño caudal procedente del canal de la galería de Tenerra. Por encima del pequeño puente en la margen izquierda del barranco, los geólogos han descubierto gabros, que son rocas plutónicas, es decir
que se han solidificado en un ambiente lejos de la superficie terrestre, al contrario que las volcánicas. Estiman que este tipo de rocas en el momento de formarse deberían estar en medio de una gran montaña al menos a 2000m bajo el nivel del mar.
En el barranco de las Cañeras que encontramos poco después, durante 1.993 y 1.994 los ornitólogos observaron por este lugar un nido de búho chico.
Al poco tiempo llegamos a Tenerra, zona agrícola donde hasta no hace mucho se cultivaba tabaco. En la actualidad los medianeros que la cuidan sólo siembran hortalizas de autoconsumo y castaños, tuneras, higueras y naranjos.
Al pasar Tenerra, empiezan a aparecer pinos más gruesos de troncos sin ramas con cortezas plateadas.
En la bajada hacia el barranco de las Traves, un conjunto de picos en dientes de sierra conocido como Los Agujeritos destaca en las paredes verticales. Debajo, en un plano mas próximo, un pino de buen tamaño permanece de pie después de haberse secado hace varios años. Este pino está así por la tea o madera impregnada de resina que tenía en las raíces.
En el barranco de las Traves, una enorme roca depositada en el cauce muestra una variada representación de plantas, la mayor parte rupícolas, entre las que destacan algunas especies de bejeques como Aeonium davidbranwelli, Aeonium spathulatum, y Greenovia diplocycla, todas ellas con rosetas de hojas carnosas. Junto a ellas aparecen helechos como Davallia canariensis, Adiantum reniforme, y culantrillo. El cabezote Carlina falcata, también adorna con sus ramas colgantes este gran peñasco.
El cauce de este barranco lleva algo de agua todo el año, lo que permite una vegetación de ribera con sauces, y aguas arriba en los rincones más umbríos, otras especies típicas de la laurisilva como el viñátigo, follao, algaritofe y Woodwardia radicans.
Las lluvias, a veces torrenciales en las cumbres, hacen de estos barrancos lugares inestables donde ni las plantas ni las obras del hombre tienen seguridad de permanecer mucho tiempo. Aquí se construyó, a finales de los ochenta, un puente de madera que en 1.991 desapareció por una crecida.
A unos 200 metros del cruce del barranco, pasamos por un bosquete de matorrales de color verde grisáceo (glauco) conocidos como tagasastes, de un porte entre 2 y 4 metros con flores blancas en invierno y primavera temprana. Este arbusto es muy utilizado para alimento del ganado, exportándose algunas de las variedades más productivas a zonas tan distantes como Nueva Zelanda. Está presente en casi todo el Parque desde las cumbres hasta la parte baja; y muy pocas veces se ven bosquetes debido al pastoreo que soportó la Caldera.
Al pasar por el Barranco de las Piedras Redondas, nos debe sorprender el tamaño de los desprendimientos que han originado tales fragmentos de rocas. Algunos de estos fueron utilizados por los aborígenes como refugio, pues se han encontrado trozos de cerámica. Estas rocas son aglomerados sedimentarios, formadas entre los grandes periodos eruptivos. Si miramos hacia el paredón por encima de nosotros, observaremos la gran potencia de estos materiales erosivos antes de que aparezcan las primeras coladas basálticas o restos de piroclastos. Por los alrededores se pueden ver sobre las piedras los bonitos Aeonium arboreum, con forma de candelabro y floración invernal. Por encima, al pie del risco se ha descubierto recientemente un ejemplar de bicácaro (Canarina canariensis f. 16).
Cerca de las cumbres una palmera canaria trata de escalar igual que los pinos estos parajes.
En el mirador del Tagasaste, si permanecemos en silencio, oiremos agua. Hacia la derecha, a lo lejos, hay una zona húmeda con una fuente que mana de la parte más antigua de la isla y que los agricultores utilizaron no hace mucho tiempo para cultivo del ñame. Es la Fuente del Viñátigo.
A la izquierda se ve un conjunto de montañas que se conocen como roques. Su formación se creía de naturaleza volcánica, pero los últimos estudios geológicos indican un origen sedimentario principalmente de avalanchas, pues están constituidas por un material heterogéneo sin diques.
En nuestro caminar, un poco más abajo cruzamos una zona húmeda donde entre cola de caballo vemos un viñátigo, árbol de hojas grandes de color rojizo o amarillento en determinadas épocas del año. Esta planta produce alguna sustancia que les gusta a las ratas, las cuales se suben hasta las ramas terminales cortando los pequeños brotes y sufriendo con ello una especie de borrachera. En primavera, a 10 metros del viñátigo veremos unos matorrales con flores azul claro. Son tajinastes de la especie Echium webbi.
Las humedades y fuentes siguen. En el siguiente barranco, donde el sendero se mantiene por un muro artificial que forma un badén, nos cruzamos con un dique volcánico típico, cuyo interior está lleno de minerales cristalizados como piróxenos y olivinos.
La fuente de la Mula está acondicionada para que se pueda beber o llenar la cantimplora, junto al pequeño puente de madera. Este puente como tantos otros hay que reponerlo de vez en cuando, ya sea por desprendimiento de piedras o árboles, o crecidas de los barrancos, y debido al deterioro inexorable de la madera.
Antes de llegar al barranco de Risco Liso se pasa por una zona de humedad del suelo donde viven habitualmente fayas. En el sotobosque dominan unas plantas invasoras procedentes de Centroamérica conocidas como haraganes.
Entre 1.994 y 1.995, una gran sequía provocó la muerte de algunas de las fayas, lo que no habían conseguido hasta entonces los incendios (pues tras un incendio se muere la parte aérea, pero del cuello de la raíz salen nuevos brotes). Con la sequía la muerte sobrevino a las plantas que estaban en los extremos de la humedad. Parte de las fayas perdieron muchas hojas y se les secaron algunas ramas, pero tras las lluvias de 1.996 se recuperaron.
Un poco después, a la izquierda del camino, una piedra grande con una oquedad fue utilizada por aborígenes, encontrándose hace tiempo cerámica en su interior. A la derecha, un conjunto de piedras ordenadas por la mano del hombre, constituyen restos de sus cabañas.
En el barranco de Risco Liso no se ve agua, aunque por ahí discurre una corriente todo el año de forma subterránea. Sólo se aprecia agua superficial cuando aparecen las lluvias, y durante los días siguientes. En cualquier momento, subiendo por el cauce, a unos 10 minutos se observa el agua correr, y cómo se filtra bajo el montón de cantos rodados y grava que se superponen al lecho impermeable. A 50 m. del cruce del barranco se puede tomar el desvío hacía el yacimiento arqueológico del Llano de los Alcaravanes o Pino Madera. Si decide ascender, verá algunos espacios abiertos y restos de paredes, de antiguas zonas de cultivo, que se están recolonizando con pino. Si es buen observador también podrá ver una de las parcelas experimentales para el estudio del efecto de los herbívoros en el sotobosque del pinar.
El yacimiento consta de dos rocas amarillentas protegidas con vallados. La más pequeña con un petroglifo y la mayor tiene unos canales y cazoletas, que según los arqueólogos, era un lugar donde se vertían líquidos (leche, sangre) en relación con ritos de fertilidad. En otros lomos cercanos hay más rocas con canales similares, normalmente ocultos entre la pinocha
El lomo que separa el barranco de Bombas de Agua y Risco Liso se cultivó y pastoreó hasta hace poco. Abandonado este uso en 1.981 se realizó una repoblación para acelerar el proceso de colonización. Si tenemos suerte, quizá disfrutemos contemplando el vuelo de algún gavilán. A veces un rastro de plumas nos delatará la presencia de este cazador del bosque. La corpulenta hembra atrapa palomas, y el macho, más menudo, se conforma con pájaros pequeños.
En el barranco de Bombas de Agua, a principios de los noventa se colocó un puente de madera. Un día del año 1.991 las fuertes lluvias se llevaron el puente, y la roca de unas sesenta toneladas donde se apoyaba, fue revirada. Aquellas precipitaciones fueron excepcionales pues, aguas abajo, antes de la confluencia de este barranco con el Arroyo de Taburiente, un precipicio de 10 a 15 m. de altura que allí había, desapareció.
El lomo que queda por sortear antes de llegar al barranco o arroyo de Taburiente, tiene por encima una zona agrícola, alrededor de las casas de Taburiente. Por eso en el camino se ve una pequeña cueva con una puerta que sirvió de polvorín para la apertura de las galerías. También hay higueras y tuneras (en otros sitios conocidas como chumberas).
Vemos gruesos pinos, con ramas hasta el suelo y llenos de pinocha seca que indican que hace ya bastante tiempo que no ha habido un incendio, aunque el tronco tiene todavía restos de corteza quemada. A mitad del lomo aparece por primera vez la parte superior del Roque del Huso con sus pinos ramificados como si de un dibujo oriental se tratara.
Al llegar a la zona de depósitos del barranco, conocida como playa de Taburiente, un camino señalizado sale a la izquierda, en dirección al mirador de La Fondada y nacientes de Hoyo Verde. A 200 m. del mismo un cartel nos indica la posibilidad de ir a un destino menos transitado, el del barranco de Los Cantos de Turugumay. Por el discurre un sendero antiguo hacia los nacientes y galerías de agua. No se mantiene ni se señaliza por el Parque, aunque se permite su transito. Llegar hasta las mismas, solo es aconsejable para gente que le gusta la aventura y está acampada, pues requiere bastante tiempo.
El camino nuestro discurre entre equisetos y gacias, hasta llegar a la sauceda y el río, que deberemos cruzar para alcanzar la zona de acampada, punto final de este recorrido.
Este bosquete de sauce canario, a pesar de ser pequeño, es el mejor exponente de esta formación vegetal. El sauce es la única planta autóctona arbórea de hoja caediza. Coincidiendo con la aparición de las primeras hojas, sufre el ataque de las orugas de la mariposa Yponomenta gigas, que se agrupan en bolsones logrando incluso la defoliación de algunos árboles. La oruga, al iniciar la metamorfosis deja de comer, permitiendo que el sauce vuelva a brotar.
La sauceda al estar en pleno cauce, sufre los embates de las riadas invernales, cargadas de enormes cantos rodados. Por ello es frecuente ver muchos árboles caídos o tumbados, que vuelven a rebrotar. Esta sauceda sirve de refugio a multitud de pájaros para nidificar en primavera.
Desde 2005, la administración del Parque está tratando de aumentar la sauceda. Al principio como medida protectora de la zona de acampada. Con posterioridad, para tratar de restaurar el bosque de ribera, entre la zona de acampada y los tramos medios de los barrancos Verduras de Alfonso y Cantos de Turugumay, que confluyen por encima, donde también hay bosquetes de sauces.
Desde el fondo del barranco hay otra fotogénica perspectiva del roque del Huso, un poco en escorzo, y a su izquierda, el Roque de la Viña, todos enmarcados en los acantilados formados por los espigones que parten del Roque de los Muchachos y del Roque Chico.
Este arroyo, aguas abajo, en los meses de verano se llena de bañistas. Por el cauce se puede descender aproximadamente 1 km. hasta llegar a la parte alta de las preciosas cascadas del Hoyo de los Juncos, también conocido como cueva de las Palomas.
Cruzando el barranco y la sauceda, el sendero asciende unos 10 metros hasta alcanzar la plataforma del área de acampada, final de nuestra ruta. Subiendo un poco más por el extremo suroeste se llega al Centro de Servicios, donde encontrará personal del Parque para darle información, una pequeña exposición, puesto de primeros auxilios en verano y servicios