El espacio natural de la Sierra de Guadarrama cuenta con gran una riqueza ecológica y cultural que aconsejan que su conservación sea declarada de interés general y se eleve su régimen de protección, declarándolo como Parque Nacional.
Este territorio tiene unas características ecológicas singulares, únicas y representativas. En él se identifican nueve de los sistemas naturales incluidos en la Ley 5/2007, de 3 de abril, de la Red de Parques Nacionales. Entre ellos, los pinares de pino silvestre (Pinus sylvestris) sobre suelos silíceos que aportan su representatividad en la Red; los sistemas naturales singulares de origen glaciar y periglaciar; los humedales y lagunas de alta montaña; las formaciones y relieves graníticos de montaña; los matorrales supraforestales, pastizales de alta montaña, estepas leñosas de altura y cascajares; los melojares; y los cursos de agua y bosques de ribera. También hay que destacar la importancia de su flora y su fauna, con la presencia significativa de endemismos y de especies emblemáticas como el Águila Imperial Ibérica, el Buitre Negro y la Cigüeña Negra.
Pero no sólo debe considerarse la riqueza ecológica, también el patrimonio cultural, educativo y científico generado en esta sierra. Con una cultura propia y singular, perfectamente adaptada al entorno, protagonizada por pastores y vaqueros, por hacheros y gabarros, por carboneros y neveros... Además, la Sierra del Guadarrama ha sido testigo mudo de batallas y acontecimientos históricos y, finalmente, estos lugares han servido de inspiración, estímulo y laboratorio para naturalistas y científicos de todas las especialidades, para educadores, para artistas y para deportistas.
Por todo ello se declara el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.