El papel fundamental que desempeña la vegetación, principalmente los bosques, en la prevención y corrección del fenómeno torrencial, deriva de sus efectos sobre la escorrentía y de su influencia en el control de la erosión hídrica, conjugándose distintos factores para conseguir estos efectos, como se aprecia en los efectos de las masas forestales , efectos que el Ingeniero de Montes D. Ricardo Codorníu, expresaba así en 1913: "Las gotas de agua que en las laderas se precipitan, pierden velocidad al chocar con las ramas y hojas de los árboles, arbustos y matas del monte; no escasa parte desciende mojando el tronco y penetra en tierra por la corteza; otra porción es absorbida por la hojarasca y el mantillo, que forman una especie de esponja, y bajo esa capa el suelo está siempre mullido y lleno de pequeños canales formados unos por los animalillos de vida subterránea y otros debidos a la labor que al contraerse efectúan las raíces y a la descomposición de éstas. Por eso parte de la lluvia desciende lentamente a la vaguada, mientras la porción no retenida por el mantillo va por caminos subterráneos a alimentar las fuentes".
Cobran, por tanto, particular importancia en estas cuencas torrenciales las acciones destinadas a la conservación, mejora e implantación de cubiertas forestales arbóreas. Sus efectos sobre la infiltración y el tiempo de concentración de las aguas son máximos, siéndolo, por tanto, igualmente el control que ejercen sobre las escorrentías superficiales y los caudales de avenida, y sobre las pérdidas de suelo por erosión respecto a otras formaciones vegetales. Los trabajos de reforestación de terrenos rasos con vocación forestal de la cuenca, es decir, la repoblación forestal, deben ser considerados como prioritarios y utilizarse de forma preferente, siempre que sea posible, frente a otras alternativas de uso.
Estas repoblaciones presentan, sin embargo, serias dificultades en muchos casos. Es habitual en las cuencas torrenciales tener que actuar en laderas de fuertes pendientes, sobre terrenos muy degradados, virtualmente carentes de suelo, en climas extremados y con regímenes de lluvia muy irregulares, lo que, en primer lugar, limita en gran manera las especies arbóreas que puedan lograrse en estos biotopos, obligando a excluir a las más higrófilas y exigentes en nutrientes, o lo que es lo mismo, a elegir las especies más frugales y xerófilas. Además, a estas condiciones hay que añadir la de ser especie de temperamento robusto, al tener que desarrollarse en sus primeras edades en condiciones de fuerte insolación.
La mayor parte de las especies arbóreas que en nuestro país reúnen estos requisitos son las pertenecientes al género Pinus, y es por ello que en la práctica común de la repoblación forestal protectora en España, la elección de la especie principal casi siempre ha de recaer necesaria y obligadamente en este género. Estas especies favorecen la creación de un ecoclima menos xerófilo que permitirá la introducción de las especies climácicas en una segunda fase de la restauración, introducción que puede fomentarse, si el medio lo permite, utilizando alguna de estas especies como acompañantes en la repoblación. Simplificando bastante la cuestión puede afirmarse que en los terrenos sometidos a erosión hídrica en España, se podría llegar a elegir en casi todos los casos un binomio de los géneros Pinus-Quercus.
Las especies frugales, como los pinos, permitirán el establecimiento de especies más exigentes, como las del género Quercus, bien como acompañantes en la repoblación o bien posteriormente, en una segunda fase de la restauración. En las imágenes masa artificial de pino rodeno, que facilita la regeneración de los quejigos (Puebla de Valles, Guadalajara) y repoblación de alcornoque bajo cubierta de pinar (Las Hurdes, Cáceres)
La técnica forestal permite mejorar las condiciones del medio para contrarrestar las situaciones adversas que presentan los ecosistemas forestales alterados para su restauración. Las actuaciones para mejorar las condiciones de implantación de la repoblación son básicamente:
Entre estas actuaciones, la elección de una acertada técnica de preparación del suelo es quizá lo más determinante para lograr el éxito de las repoblaciones. El objetivo de la preparación del terreno es crear en el suelo la situación idónea para que la semilla o la planta que en él se instalen tengan una mayor facilidad de arraigo y un mejor desarrollo posterior. De hecho la preparación del terreno elimina, cuando sea necesario, aquella vegetación que pueda resultar competidora a la planta introducida y además rompe el perfil facilitando la penetración y el desarrollo de las raíces, consiguiendo así la meteorización de las capas profundas del suelo. Simultáneamente, y éste es en muchos casos el factor decisivo, se aumenta la capacidad de retención del agua y se disminuye la posible escorrentía existente, al aumentar la permeabilidad.