Los primeros habitantes de Lanzarote fueron llamados "majos" y llegaron a la Isla durante el transcurso del último milenio a. C. Probablemente, llegaron desde la Costa Africana, en primitivas embarcaciones empujadas por el viento. Posteriormente, tras la introducción del conejo, los lanzaroteños intercambiaban sus pieles por lo que se les conoce como "conejeros". Su procedencia exacta continua siendo un misterio, aunque tras los estudios realizados sobre su lengua, costumbres y rasgos físicos se encuentra una gran semejanza con los pueblos bereberes del Norte de Africa.
En el S. XIV un navegante genovés, Lancelotto Mallocello arribó a las costas de Lanzarote donde residió durante dos décadas dándole posteriormente a la isla el nombre por derivación del suyo ( Lancelotto- Lanzarote).
La conquista de Lanzarote, según las crónicas comienza con el desembarco del normando Jean de Bethencourten en la costa del Rubicón, al sur de la isla en el año 1402. Hasta los años 60 de nuestro siglo, los medios de vida de los lanzaroteños se han basado en la agricultura, la pesca y la ganadería caprina. Fue a partir de este momento cuando surgió una nueva fuente de ingresos: el turismo.
Con la mejora de los medios de comunicación y gracias a las condiciones climáticas de la isla, se ha producido un boom turístico que ha sido uno de los principales factores de alteración del paisaje, ya que esta masificación de visitantes originó un incremento del desarrollo urbanístico y de las infraestructuras en detrimento de los recursos tradicionales. Lanzarote ofrecía al visitante un clima suave, playas, servicios de calidad y un patrimonio natural insólito. El máximo exponente de este extraordinario paisaje volcánico lo constituían las "Montañas del Fuego", donde la administración insular consciente de que era uno de los lugares mas atrayentes de la isla realizó una adecuación encaminada a su conservación y explotación turística.
La necesidad de proteger un área de características paisajísticas y ecológicas de valor tan excepcional llevó a declarar Timanfaya como Parque Nacional mediante Decreto el 9 de agosto de 1974 y fue reclasificado por Ley en 1981. Posteriormente, la administración autonómica ante una situación que exigía unas medidas que garantizaran la conservación del medio natural, inició una política proteccionista que llevó a la declaración en 1987 de la Ley de Espacios Naturales Protegidos que fue complementada en 1994 por la Ley de Espacios Naturales de Canarias. Este marco jurídico establece un régimen de protección a los espacios naturales más sobresalientes que han sido clasificados en diferentes categorías de protección.
Como órgano colaborador en la gestión se creó el Patronato del Parque en el que están representados todos los sectores involucrados (Administración General del Estado, Cabildo, Comunidad Autónoma, Ayuntamientos, Universidades, y Asociaciones conservacionistas, etc.)