La agricultura requiere el uso de fertilizantes o abonos que se aplican al terreno para proporcionar nutrientes a las plantas y así facilitar su crecimiento. Fertilizantes comunes son el estiércol, los desechos de piscifactorías y los lodos de depuradora; también se pueden utilizar compuestos sintéticos llamados fertilizantes químicos. Los fertilizantes contienen elementos químicos que son los que ejercen de nutrientes, siendo los principales el nitrógeno, el fósforo y el potasio.
El uso de fertilizantes es un riesgo para el medio ambiente si se utilizan en exceso ya que el nutriente sobrante puede contaminar las aguas, superficiales o subterráneas. La contaminación más común es la generada por el nitrato que llega a las aguas por filtración o escorrentía. Otra fuente agraria de nitratos es la oxidación de amoníaco procedente de residuos animales.
Infografía de la Comisión Europea con un resumen de los objetivos de la Directiva de Nitratos |
Para evitar la contaminación de las aguas por nitratos, es preciso aplicar las buenas prácticas agrarias, de forma que los productos utilizados en la nutrición vegetal o en la mejora de las características del suelo cumplan con dos requisitos fundamentales: eficacia agronómica y ausencia de efectos perjudiciales para la salud y el medio ambiente. En esta línea, la Unión Europea aprobó el Reglamento (CE) 2003/2003, de 13 de octubre del Parlamento Europeo y del Consejo relativo a los abonos y otras normativas desarrolladas en España que son coordinadas por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
Para evitar la contaminación de las aguas por nitratos, es preciso aplicar las buenas prácticas agrarias.
La contaminación por nitratos produce efectos negativos para el medio acuático y para la salud humana, siendo los más relevantes:
Eutrofización de las aguas superficiales: el exceso de nutrientes en el agua (nitrógeno y fósforo) provoca el crecimiento acelerado de fitoplancton y otras especies de flora acuática causando trastornos en el equilibrio del ecosistema acuático. En ocasiones este crecimiento es tan brusco que puede ser invasivo y se manifiesta en forma de floraciones, proliferaciones o "bloom".
Además de alterar al ecosistema, las floraciones causan efectos negativos a la calidad del agua. Así, pueden aparecer y dominar ciertas especies como las cianobacterias, capaces de segregar toxinas al agua (microcistinas). El agua puede adquirir coloración verdosa, verde-azulado, rojiza o parda, según sea la especie dominante en la floración. La turbidez y materia en suspensión aumentan impidiendo el paso de la luz a capas profundas; se reduce el oxígeno disuelto, hasta agotamiento o anoxia, que puede alternar con estados de sobresaturación; se generan malos olores por emisión de metano y sulfuro de hidrógeno; aumenta el volumen de fangos orgánicos en el lecho, etc. Todos estos cambios alteran la vida acuática, siendo muy relevante la anoxia que causa mortandad de peces. La eutrofización, además puede producir el incremento significativo de la vegetación asociada a los cauces y favorecer el desarrollo de especies invasoras, etc.
Conforme a los datos publicados por la Comisión Europea en el periodo 2015-2019, España es uno de los países de Europa con mayor afectación por la contaminación de las aguas por nitratos.
Concentraciones medias anuales de nitratos en las aguas subterráneas para el periodo 2015-2019 (Haga clic en la imagen para ampliar)
Porcentaje de estaciones de aguas superficiales - todas las categorías - en estado trófico para el periodo de notificación 2015-2019 (Haga clic en la imagen para ampliar)
Para evitar esta contaminación, la Directiva establece la necesidad de establecer medidas de control y gestión de los nitratos, que se concretan en la necesidad de disponer de Establecer los Códigos de Buenas Prácticas Agrícolas de aplicación voluntaria y establecer los Programas de Acción de aplicación obligatoria en las zonas vulnerables a nitratos.
Los plaguicidas o productos fitosanitarios son sustancias que se utilizan para proteger los cultivos de las plagas, entendiendo por plaga a cualquier especie de agentes patógenos, animales o vegetales parásitos que sean nocivos para los vegetales o productos vegetales. Se emplean normalmente en agricultura, aunque también pueden utilizarse para otros usos no agropecuarios, como el control de malas hierbas en carreteras y líneas férreas.
Los plaguicidas son imprescindibles para la producción agrícola, tanto bajo los sistemas convencionales de agricultura, como otros sistemas, como la integrada o la ecológica. Sin el uso de plaguicidas muchos cultivos no serían viables, o bien, los productos cosechados no podrían mantenerse almacenados.
El uso de plaguicidas es un riesgo sobre la salud humana y el medio ambiente ya que puede ocasionar efectos adversos no deseados. Para minimizar los riegos, se es preciso implantar prácticas de uso sostenible de fitosanitarios; promover la gestión integrada de plagas; y utilizar técnicas alternativas a los fitosanitarios como el control con agentes no químicos que son coordinadas por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación a través de la normativa desarrollada a tal efecto, y en especial, del Registro de Productos Fitosanitarios.
La contaminación de las aguas por plaguicidas causa: