Las picaduras son producidas por los cnidocitos, células con una estructura característica que, por su localización en la epidermis, reaccionan de forma automática al contacto con otros animales, disparando una especie de dardo que, si consigue traspasar la piel, inyecta el líquido urticante que contiene. Se denomina picadura por la sensación que causa al contactar con la piel humana, de dolor punzante e intenso similar a la picadura de abeja o una quemadura.
El cnidocito dispone de una estructura llamada nematocisto, una cápsula que contiene el líquido urticante, el cual se inocula gracias a un resorte semejante al de un muelle disparado de forma mecánica al menor estímulo táctil o químico. Por ello las picaduras se pueden producir aún cuando la medusa se encuentre muerta en la orilla o incluso en los tentáculos desprendidos. Las células se disparan por un shock térmico (temperatura) u osmótico (salinidad del agua). Al ser la temperatura corporal muy superior a la del agua de mar, esta diferencia es suficiente para que las células se disparen.
Al entrar en contacto, los nematocistos no siempre atraviesan la piel humana, si bien esto se producirá con mayor facilidad en nuestros epitelios menos protegidos (labios, párpados...), y con mayor dificultad en los más gruesos (palma de las manos o pies); y con mayor facilidad en la piel de un niño de corta edad que en la de un adulto.
La composición del líquido urticante de las medusas es compleja y muy variable dependiendo de la especie. En las especies de mayor toxicidad el líquido es de naturaleza proteica y tiene efectos neurotóxicos o citotóxicos, y en ocasiones hemolíticos y cardiotóxicos. No obstante, la acción tóxica final dependerá también de otros factores como la cantidad de picaduras producidas, la zona y la superficie del cuerpo afectada (mayor en el caso de niños para una misma picadura) y las condiciones de la persona afectada (antecedentes alérgicos, asmáticos, cardiovasculares o neurológicos, si ha sido picada anteriormente en un periodo de tiempo inferior a 2 meses, edad, peso, etc.).
Las manifestaciones más comunes de las picaduras son dolor inmediato, picor intenso en la zona afectada, eritema, edema, petequias y pequeñas vesículas con posible pustulación y descamación. En escasas ocasiones la sintomatología tiene un carácter general como náuseas, vómitos y calambres musculares. En los casos más graves se puede producir pérdida de conciencia con el consiguiente riesgo de ahogamiento. La mayoría de las lesiones dermatológicas desaparecen espontáneamente a los pocos días, aunque las molestias pueden persistir algunas semanas o meses en los casos más graves.
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Los primeros cuidados tras la picadura urticante con medusas van dirigidos a inactivar los cnidocitos que hayan podido quedar adheridos a la zona afectada, la extracción de restos que puedan contenerlos, mitigar el dolor y procurar la desinfección de las lesiones. Estas actuaciones pueden resumirse en los siguientes consejos:
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