La contaminación atmosférica es un problema tanto local como global provocado por la emisión de determinadas sustancias que, bien por sí solas, bien por las resultantes de sus reacciones químicas, provocan efectos perjudiciales para el medio ambiente y la salud.
En relación con la salud, el ozono troposférico y las partículas (“polvo fino”) son los contaminantes más preocupantes dado que la exposición a los mismos puede acarrear consecuencias que van desde leves efectos en el sistema respiratorio a alergias o incluso mortalidad prematura.
El ozono no se emite directamente, sino que se forma a partir de la reacción de los compuestos orgánicos volátiles (COV) y los óxidos de nitrógeno (NOx) en presencia de luz solar.
Las partículas pueden emitirse directamente a la atmósfera (las llamadas partículas primarias) o formarse en ella como “partículas secundarias” a partir de gases como el dióxido de azufre (SO2), los óxidos de nitrógeno (NOx) y el amoniaco (NH3).
Los ecosistemas resultan asimismo dañados por:
1) los depósitos de sustancias acidificantes como los óxidos de nitrógeno, el dióxido de azufre y el amoniaco, que provocan alteraciones ecológicas y pérdida de biodiversidad;
2) el exceso de nutrientes de nitrógeno en forma de amoniaco y óxidos de nitrógeno, que pueden perturbar a las comunidades vegetales y filtrarse a las aguas dulces, lo que provoca un fenómeno denominado “Eutrofización” generado por un exceso de nutrientes que genera una alteración de los ecosistemas acuáticos, y una pérdida de su biodiversidad;
3) el ozono troposférico, que ocasiona daños físicos a los cultivos agrícolas, los bosques y las plantas, además de frenar su crecimiento.
La contaminación atmosférica también deteriora los materiales con la consiguiente degradación de edificios y monumentos.
Además, los metales pesados y los contaminantes orgánicos persistentes afectan al funcionamiento de los seres vivos y a su reproducción, tendiendo a bioacumularse y a biomagnificarse a medida que ascendemos en la cadena trófica.
Por otro lado también es importante mencionar también la existencia de una serie de contaminantes que tienen una influencia directa en el calentamiento global, ya que poseen un Potencial de Calentamiento Global muy elevado, así como la existencia contaminantes implicados directamente en la destrucción del ozono estratosférico con la consiguiente reducción de la capa de ozono.
Se considera que el aire limpio es un requisito básico de la salud y el bienestar humanos. Sin embargo, su contaminación sigue representando una amenaza importante para la salud en todo el mundo.
Las guías de calidad del aire de la Organización Mundial de la Salud (OMS) tienen por objeto ofrecer orientación sobre la manera de reducir los efectos de la contaminación del aire en la salud y se basan en la evaluación por expertos de las pruebas científicas del momento.
La OMS publica periódicamente estas Directrices sobre la calidad del aire basadas en criterios de salud. Desde que se publicó la última actualización de alcance mundial en 2005, se ha producido un notable incremento de la calidad y la cantidad de las pruebas que demuestran cómo afecta la contaminación del aire a distintos aspectos de la salud y se conocen mejor tanto las fuentes de emisión como la contribución de los contaminantes del aire a la carga mundial de morbilidad.
Las nuevas directrices de la OMS publicadas en septiembre de 2021 recomiendan niveles de calidad del aire para 6 contaminantes, partículas (PM10 y PM2,5), ozono (O₃), dióxido de nitrógeno (NO₂) dióxido de azufre (SO₂) y monóxido de carbono (CO),que son sobre los que más se ha avanzado en los efectos de la exposición sobre la salud. Respecto a los valores de 2005 se advierten las siguientes diferencias: se reducen los valores guía para la mayoría de contaminantes de la versión anterior (PM2,5, PM10 y NO2) e incluye nuevos niveles, como el de O3 en temporada pico y los de NO2 y CO durante 24 horas, así como algunas metas intermedias nuevas.
Además, ofrece declaraciones cualitativas sobre buenas prácticas para gestionar determinados tipos de partículas en suspensión (PM) por ejemplo, el carbono negro/carbono elemental, las partículas ultrafinas y las partículas procedentes de tormentas de arena y polvo, de las que no hay pruebas cuantitativas suficientes para calcular unos niveles que puedan indicarse en los valores guía de las Directrices.