La isla de La Palma, cuando fue conquistada en nombre de los Reyes Católicos en 1.493, albergaba una cultura aborigen que vivía en condiciones similares a las del Neolítico, y llamaba a su tierra Benahoare. El sustento principal de esta comunidad era la ganadería de cabras, ovejas y cerdos, pero en especial cabras, aunque también eran recolectores de frutos, raíces y moluscos de costa.
La Caldera de T aburiente, dominada por un pinar claro, con agua y arbustos forrajeros en el interior y matorrales en las cumbres, era un espacio ideal para llevar los ganados cuando en otras partes faltaban pastos. Por dicho motivo, en los lugares de paso habitual o de estancia para estos fines, se han podido encontrar restos de cabañas, cerámica, material lítico (rocas preparadas para cortar) y grabados en roca (petroglifos) .
El territorio estaba dividido en bandos muy parecidos a los actuales municipios y en cada uno vivía una tribu gobernada por un mencey. El bando de la Caldera era Aceró y su último mencey Tanausú. Entre los diversos bandos la vida no siempre fue pacífica, sino que de vez en cuando había escaramuzas, probablemente por la disputa de los pastos en las épocas de escasez.
Las cumbres del Parque presentan restos de cerámica de todos los tipos que se conocen, desde los más primitivos, sin dibujos, hasta los de la última generación que están profusamente adornados con motivos geométricos curvilíneos en relieve. Esto indica la reutilización a lo largo del tiempo de esas zonas, que normalmente se usaron como campamentos pastoriles donde se ordeñaba a los animales. Más dispersos y con menos restos son los paraderos pastoriles, que servirían para estancias cortas.
En alguna de las rutas de bajada que actualmente se conocen para ir desde la cumbre hacia el interior del Parque, se han descubierto restos benahoaríes lo cual indica que ellos también utilizaron esas vías. Por sus restos arqueológicos la más destacada quizás sea la del barranco de T ajodeque en la parte occidental del Parque, donde existen grabados en una cueva que parecen signos del alfabeto bereber.
Los benahoaríes tenían creencias animistas. Adoraban al sol y algunos astros, pero también creían en algún ser superior inmaterial que llamaban Ahora. Enterraban a sus muertos en cuevas con parte de su ajuar.
Los ritos de adoración se practicaban en lugares destacados como la Erita de los Guanches, junto al Pico de la Sabina, o bien bajo algún monolito, como el Roque Idafe, según cuenta una leyenda.
En la zona media del Parque hay una gran roca donde se tallaron canalillos y cazoletas. Los arqueólogos interpretan que aquí se practicaban ritos de fertilidad en los cuales se derramaban líquidos a través de estos canalillos.
En las cumbres existen montones de piedras denominados aras, que en algún caso eran utilizados para hacer sacrificios.
Las rocas les proporcionaban materiales para confeccionar cuchillos, raspadores, molinos de semillas e incluso armas de guerra. Con la tierra aprendieron a fabricar vasijas sin torno. Los árboles fueron utilizados para construir sus cabañas, hacer pértigas y parte de su ajuar. De los animales aprovecharon pieles y huesos para confeccionar vestidos y utensilios.
Su lengua desapareció aunque se conservan algunos topónimos y vocablos sueltos. De esta cultura tan cercana en el tiempo sólo nos quedan los restos más duraderos, tal vez debido a 9ue sus conocimientos se transmitían de forma oral y no lueron recogidos por los cronistas de aquella época. La conquista de la isla llevaba implícita la imposición de la religión cristiana, que no toleraba otro tipo de culto o ritos paganos. Además, la llegada masiva de colonos fue disminuyendo la proporción de población aborigen, que rápidamente fue absorbida.